El martes 6
de noviembre EE.UU. elegirá a su nuevo Presidente. La batalla ha tenido
altibajos, tanto, que aun cuando Obama lleva más votos electorales acumulados
(recordemos que cada estado tiene derecho solo a un número determinado de
representantes), el momento parecía favorecer Mitt Romney… hasta que apareció
el Huracán. La devastadora tormenta, al paralizar la campaña presidencial e
interrumpir también el intenso esfuerzo que venía haciendo el candidato
republicano por superar al Presidente en los estados decisivos (Florida, Virginia
y, especialmente, Ohio) ha catapultado a Obama a primer plano, encabezando como
Presidente los esfuerzos de rescate en los estados más afectados.
No todos
los favoritos tuvieron en el pasado la misma suerte. Richard Nixon, luego de
haber servido por dos períodos como vicepresidente del General Eisenhower,
debía ganar las elecciones de 1960. Sin embargo, decayó cuando su nutrida
barba, no bien maquillada, lo hizo ver marcadamente sombrío en un debate
televisado frente al radiante
John F.
Kennedy.
Otro que se topó con la mala suerte fue George Bush, el viejo. Luego
de presidir el fin de la Guerra Fría y cobrar dimensiones de héroe con la
Operación Tormenta del Desierto que liberó a Kuwait, se le daba como ganador.
Sin embargo, al desaparecer la Unión Soviética, cambiaron abruptamente las
prioridades de su pueblo, se cuestionó su desempeño interno, y por allí se coló
Bill Clinton, derrotándolo con facilidad.
La misma suerte había acompañado antes a
Winston Churchill, quien perdió su reelección luego de ser el genio que
políticamente guió a los aliados en los meses que precedieron el desembarco
decisivo de las tropas en Normandía. En ocasiones, un buen desempeño trae
consigo, en el plano electoral, la derrota del protagonista. Obama merece ser
reelecto.
En el plano
internacional, ha sabido hacer la difícil transición de un liderazgo global
impuesto por las armas, a un liderazgo en esencia político, granjeándole de
paso a su país reconocimientos donde antes los había perdido. Sin embargo, la
recuperación de la economía norteamericana ha sido lenta, el endeudamiento fiscal es elevado, y ello, con el alza de los
precios de la gasolina, abrió la brecha que Mitt Romney, un formidable
contendor, venía aprovechando para surgir… hasta que apareció el Huracán.
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