jueves, 31 de enero de 2013

El chavismo sin Chávez, “no hay chavismo sin Chávez”.

El drama del gobierno puede resumirse en esta frase: “No halla la manera de retener lo que tiene” sin olvidar que el de la alternativa democrática se resume en otra: “No halla la manera de alcanzar lo que puede”.


¿Cómo podría el PSUV, fuerza aluvional estructurada alrededor de un único líder, conservar las adiposidades de su crecimiento sin su eje emocional?  Durante mucho tiempo dijeron y repitieron que era inimaginable el chavismo sin Chávez. Tan siquiera insinuarlo sería una vil traición. Nadie puede sustituirlo, repetían. No es una persona, es un pueblo. ¿Cómo suplantarlo sin desaparecer en el aire?

El hecho es que el demiurgo, el deus ex machina, el padre de la revolución no parece estar en condiciones de desempeñarse como antes. El chavismo sin Chávez está entre nosotros. Ante semejante desastre ¿qué hacer?

El oficio político suele ser, más que brutal, asesino. El presidente no habla, no escribe, no tuitea, no llama a nadie por teléfono, no declara a los medios, pero sus seguidores se niegan tan siquiera a admitir que está incurso en falta temporal. Prorrogan la esperanza de su liderazgo más allá de la razón porque –digámoslo de nuevo-   “no hay chavismo sin Chávez”.

Sin él, todo se pierde; exigiéndole más sacrificios personales podría aplazarse el colapso por un tiempo, que sus albaceas aprovecharían para construir nuevos cimientos.

Es una horrible paradoja. Sus incondicionales, los leales que le ofrecen lealtad infinita, lo están colocando al borde del sepulcro, en lugar de demostrarle amor brindándole la humana tranquilidad que sus males reclaman a gritos. Los motivos que los llevan a exprimirlo como lo están haciendo son brutalmente políticos. No quieren perder cuotas de poder y privilegios. Prefieren que el líder les entregue hasta el último hálito para que ellos puedan conservar sin peligro el racimo de cambures.

Vivimos en plena revolución informático-comunicacional. Se fabrican imágenes con arte y facilidad. El gobierno trata de explicarnos que en cualquier caso la sucesión está asegurada. Por desgracia eso está muy lejos de la verdad. Ahora, mañana o después ese amasijo de contradicciones que es el PSUV sufrirá las consecuencias de la inesperada “despersonalización” de la causa.


El PSUV tiene dos defectos de origen: es el típico partido formado desde el poder, con la incidencia clientelar propia de las organizaciones así estructuradas; y es el partido más personalista de la historia de Venezuela.

Se piensa en el arrogante, vanidoso e imperial Antonio Guzmán Blanco, pero se olvida que el Partido Liberal  amarillo se le insubordinó y sobrevivió a su ausencia. Stalin era el dueño de vidas y haciendas en la URSS y el amo del Partido Comunista y no obstante  a su muerte el movimiento decoló hacia un liderazgo más colectivo y liberal encabezado por Nikita Jruschov. ¿Y qué decir del Partido Comunista Chino que endiosó a Mao Zedom hasta lo imposible? Den Xiaoping ocupó la dirección al morir el Buda revolucionario, China dejó de ser socialista, pero el Partido de los comunistas conserva su vida y más bien ha crecido.

Nada de eso le es aplicable a la simbiótica relación Chávez-PSUV. Aunque hablan del socialismo y se asumen fuerza revolucionaria no han podido nunca estabilizar algo parecido a una consistente corriente de pensamiento. El líder va de un lado al otro impidiendo que se consolide nada ideológicamente discernible. Sus movimientos son seguidos como olas marinas por su desesperada militancia. En tales condiciones es imposible concebir tendencias de pensamiento relativamente autónomas. Todo depende de un hombre hasta en sus mínimos detalles. Se les aplica una norma religiosa de la Edad Media conforme a la cual “la religión del Rey es la religión de sus súbditos”En semejantes condiciones no hay manera de sustituir al timonel y no es asunto de “ungir” desde arriba a quien poco significa para los de abajo.

Una de las habilidades supremas de Chávez fue siempre la de “cortar” la deriva política de las protestas sociales. Se las ingenió para que los críticos restringieran el alcance de sus exigencias a ciertos espacios subalternos de poder. Por eso, siendo Venezuela en los últimos cuatro años el país donde se escenificaron más protestas sociales, la popularidad del presidente no se vio básicamente disminuida. No se necesita falsear datos para confirmar que en efecto, Venezuela ha sido el gran territorio latinoamericano de la protesta. Distintas fundaciones contra la violencia lo han demostrado, entre las cuales destaca el CLACSO, cuyo observatorio sobre la violencia lo cuantificó de manera incuestionable.

Las protestas seguirán en 2013 porque sus raíces y razones se han extendido y profundizado. Seguirán y se ampliarán si nos atenemos a fundados  pronósticos sobre variables que hablan por sí solas. El déficit y la asombrosa deuda pública pese al colosal ingreso fiscal y de divisas causado por  la larga prosperidad de un mercado petrolero al alza, nos llevan de la mano al abismo de la macrodevaluación con su elenco siniestro de consecuencias sociales.

Y aquí salta la gran pregunta: Con el drama social recrecido, sin coherencia ideológica interna, minado de grupos interesados en cuotas de poder y sin la presencia del líder en la estación de mando ¿adónde puede ir esto? En ese cuadro dramático ¿quién podrá impedir el desborde político de la desesperación social? ¿Maduro? ¿Diosdado? ¿Mario Silva?

La respuesta es agobiante: nadie podrá hacerlo, hundido en el vacío el liderazgo sustituto, la diatriba menor, la incapacidad para dirigir un mecanismo diabólicamente armado. Esto es lo que verdaderamente tenemos los Venezolanos: Vacío, Humo, Aire, NADA.




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