jueves, 20 de diciembre de 2018

Suenan las Campanas...

Suenan las campanas anunciando la navidad, la despedida del viejo año y la bienvenida del año nuevo. Tiempo de pausa, de evaluación de nuestros actos, de compromiso de no cometer los errores en los que hemos incurrido, y edificar en nuestro pensamiento y las acciones que nos tocan, nuestro porvenir inmediato. Ese futuro que sigue no es sólo mío, sino que está asociado a la gente con la que vivo y a la sociedad militar a la que le he dedicado mi vida.

Desafortunadamente, los presagios que embisten a nuestra República no son para nada alentadores. La banda que administra al estado venezolano está ofreciendo nuestro territorio como centro de ensayo de guerra a los complejos militares industriales de mayor poder de fuego en el mundo. Esto es una irresponsabilidad que no se sabe cómo se puede calificar. Es inaudito que estemos cerrando el año con la presencia, hace pocos días, de aeronaves de guerra TU-160 y Antovov.

La guerra en territorio de Irak, mediante la cual se destruyó para siempre buena parte de la cultura que se levantó entre el Tigris y el Éufrates, se desarrolló y culminó en un territorio ajeno a las dos potencias que tienen la tecnología de punta en el arte de la guerra. Ninguno de los ejércitos que poseen tal desarrollo armamentístico, se atrevía a probar sus armas en el propio territorio en el cual se fabricaban, pero no hubo dudas de la realización de ensayos en el Golfo Pérsico-Arábigo o lo que se llamó, la guerra caliente de Irak.

Por estos días, y desde hace un buen tiempo, se sucede una situación parecida en Siria. Este país está convertido en el laboratorio, por excelencia, para experimentar el armamento de aire, mar y tierra de los países más desarrollados en materia misilística y aún, por corroborar, en la industria química de destrucción. Las pérdidas de vidas y el número de heridos se cuentan por miles. Además, esto ha traído por derivación, que allí se produzca el fenómeno migratorio de mayor importancia en el planeta.

A los venezolanos nos toca parar estas políticas desquiciadas de la banda de orates que nos gobiernan. Causa indignación y tristeza que la negligencia ostensible y la inobservancia manifiesta de las normas internacionales que orientan estos delicados asuntos, nos lleven a ofrecer nuestro territorio como espacio de verificación de armamento nuclear. Las consecuencias que viviría nuestra población sería devastadora.


Se subleva aún más nuestro espíritu, cuando las circunstancias que rodean estos hechos, encuentran a unas tropas desmoralizadas, con un número importante de presos sin justificación, a quienes no se les sigue juicio, y tienen condena predeterminada. A muchos de ellos se les ha dispensado un trato inhumano, cruel y degradante, y hasta tortura. Otros están seguidos y perseguidos pero todavía en territorio venezolano, sin embargo, hay una porción importante que está fuera del país viviendo las penurias del exilio.

Por estas horas, y aun bajo estas circunstancias adversas, la fuerza armada vive el regocijo de la navidad. Esperamos al Niño Dios y sus anuncios de nuevos y buenos días. Cantamos aguinaldos, gaitas y parrandas que expresan nuestro júbilo por un porvenir que nos depare la paz en nuestros corazones, la prosperidad de nuestro pueblo, y la felicidad de nuestra sociedad envuelta en la pascua del nacimiento. A pesar de todo, los presos, exiliados, y familias de los caídos, anidan la navidad.

Un sentido abrazo en la distancia, Feliz Navidad.

jueves, 6 de diciembre de 2018

El madurismo traicionó y asesinó al chavismo

Hoy 6 de diciembre de 2018 se cumplen 20 años en que Hugo Chávez llegó a la presidencia de la República en elecciones libres, y enterró políticamente al status quo de la época, es decir, Acción Democrática (AD) y el Comité Político Electoral Independiente (Copei), sin obviar, que el elegido mandatario nacional en esa fecha fue objeto de un sobreseimiento por parte de Rafael Caldera en 1994, dos años después de haber comandado un intento de golpe de Estado contra el entonces presidente, Carlos Andrés Pérez, aquella madrugada del 4 de Febrero de 1992.

Desde que Hugo Chávez llegó al poder, más allá de las críticas que pudiesen generarse sobre su modo de gobernar, la verdad es que el nivel de vida de los venezolanos mejoró de manera trascendente en sus distintos niveles sociales, y aunque los detractores de sus políticas de gobierno, intenten achacarle que fue durante sus períodos en Miraflores que se originaron parte de los problemas que azotan a la República, bastaría revisar las propias cifras de los organismos internacionales para comprobar que la realidad fue positiva durante esos años.

Desgraciadamente, la muerte de Hugo Chávez que para muchos fue objeto de un fallecimiento inducido, desembocó en la mayor de las tragedias para Venezuela. En efecto, la posterior llegada de Nicolás Maduro al poder como su sucesor, originó la traición y el asesinato del chavismo. De hecho, bastó un sexenio para ver el cómo lo que había logrado el líder de la revolución bolivariana en beneficio del pueblo del Libertador, todo, absolutamente todo ha sido destruido por el madurismo.

Trascurridas dos décadas en que Hugo Chávez junto con el pueblo lograron derrotar a las mafias políticas del bipartidismo, la realidad para los venezolanos está cada día peor. Cuando Hugo Chávez llegó al poder, la inflación estaba en promedio del 30%, hoy la hiperinflación bordea cifras millonarias, o sea, superiores al 1.000.000%. La pobreza estaba alrededor del 50% y disminuyó con Chávez hasta colocarse en cifras cercanas al 20% del país, en la actualidad el 80% de la población está en condiciones miserables, al punto que el salario mínimo ni siquiera alcanza los 10 dólares mensuales, y apenas si permite comprar un kilo de carne, uno de azúcar y un cartón de huevos.

Mientras en el chavismo, los venezolanos presentaban altas tasas de viajes al exterior en turismo internacional, con el madurismo cifras conservadoras sitúan en no menos de tres millones de venezolanos que han abandonado el país por razones de destrucción política y económica. Con Chávez los niveles de educación y salud alcanzaron niveles envidiables de desarrollo, el madurismo ha condenado al país con altas tasas de deserción estudiantil y docente, mientras que nuestros niños mueren en los hospitales por falta de medicamentos.

Durante el gobierno de Chávez se rompieron los registros en la compra de vehículos nuevos e inmuebles, lo cual beneficiaba de manera directa a la clase media, hoy con Maduro, no solamente lo que queda de clase "media" emigra a diario en cantidades importantes de la población, sino que esa misma clase social prácticamente ha desaparecido desde 2013.

La espantosa corrupción que no podemos negar se originó con Hugo Chávez dejando una oscura mancha en su gobierno, ha sido con el madurismo que ésta se ha exacerbado, al punto que la cúpula del partido oficialista vive en lujosas mansiones, se desplazan en camionetas último modelo, sus hijos estudian en el exterior, y ninguno de ellos, o sea, quienes controlan el poder nos muestra públicamente sus cuentas bancarias porque en definitiva se han concentrado en saquear las arcas públicas, a costa del hambre de los más desposeídos.

Cuando Hugo Chávez llegó al poder, y el barril de petróleo se encontraba en 7 dólares, los venezolanos tenían ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas. 20 años después con Maduro en el poder, y el barril de petróleo sobre 50 dólares por barril, éste sólo funciona para que los integrantes de la cúpula madurista se conviertan en magnates económicos, aplicando el terror político sobre el pueblo.

Hace 20 años nació un proyecto de Constitución que fue apoyado por el 72% de la población en legítimo referendo. 20 años después los asesores y defensores del madurismo son hasta "juristas", "constituyentes" y "articulistas" que juraban sacar a Chávez a patadas, o muerto de Miraflores, y sólo buscan derogar la Constitución de 1999 para perpetuarse en el poder, mientras ríen de ver al pueblo en la pobreza y miseria más espantosa, cuando vemos que hasta un ministro del "trabajo" se ufana públicamente que el salario mínimo sólo alcance para comprar "medio kilo de queso".

Hace 20 años el chavismo fue una esperanza para Venezuela y los pueblos de América Latina. 20 años después, el madurismo representa la bazofia política más putrefacta y degradante de la historia de Venezuela, y la vergüenza más grande que pueda tener la llamada izquierda en la propia región latinoamericana. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.

martes, 24 de julio de 2018

Es tiempo de Cambio

Los que nacimos en democracia nunca pensamos que Venezuela podría pasar de ser del país más estable, respetuoso de los derechos humanos y rico de Latinoamérica, a la acera opuesta. Hace más de 25 años cuando leímos el libro publicado por el IESA “Venezuela una ilusión de armonía” nos preocupamos, pero jamás llegamos a pensar que podríamos vivir unos tiempos como los actuales. Ni siquiera los autores del texto.

Fuimos ejemplo de país democrático. En la vanguardia de nuestro continente, cada 5 años el pueblo eligió a sus presidentes y representantes de manera alternativa, etapa que duró cuarenta años.

Llegamos a ser el suministrador más confiable de petróleo a EEUU; además de estar geográficamente en su área natural de influencia. Tuvimos una moneda de las más fuertes del globo y una inflación siempre manejable. Cuando veíamos la montaña rusa en la que vivían otras economías del hemisferio nos sentíamos unos grandes privilegiados.

Importamos mucho de lo que consumimos, viajamos por el mundo y la frase folclórica del “está barato dame dos” se quedó corta, por lo extendido del boom petrolero del gobierno de Chávez.

Dramático es vernos hoy arruinados. Agobiados por una crisis de servicios de dimensiones descomunales, hiperinflación de pronóstico reservado, hambre, corrupción brutal y destrucción moral sin precedentes. Aislados de una buena parte del mundo y en medio de una situación de pugna con nuestros vecinos. El éxodo de venezolanos al exterior es alarmante.

Muy pocos se dieron cuenta de la pesadilla que se nos venía. Y sucumbimos al ser gobernados por una camarilla trasnochada, pretoriana y primitiva. Que nos ha devuelto a lo más oscuro del siglo XIX. Aquí acabaron con la economía y con la posibilidad de alternancia y salida electoral.

Para colmo no tenemos una oposición acuerpada. Hay que crear una opción que enfrente al gobierno y se gane la opinión pública. Que provoque la división dentro de lo que queda de las instituciones y una transición.

Es tiempo de un gobierno nuevo ante la debacle en que vivimos. De unión y salvación nacional. Es la tarea urgente que tenemos por delante. Venezuela nos necesita. Hay que insistir en apoyar todo aquello que conduzca al cambio.


Bolívar: ¿Traidor a la patria por pedir ayuda extranjera?

Un poco de historia para quienes no lo saben, les invito a leer:

Una tumba, en el cementerio del barrio Guiri Guire de Juan Griego, en la isla de Margarita, mantiene desde hace 199 años los restos mortales de un personaje que, desde el más allá, debe estar revolcándose de la risa cada vez que escucha a Diosdado Cabello o a cualquier otro dirigente del chavismo/madurismo, hablando de invasión extranjera y traición a la patria.

El personaje enterrado en tierras de Nueva Esparta, se llamaba James Towers English, hijo de un rico mercante irlandés, quien nació el 22 de febrero de 1782 en Dublín y fue uno de los casi 6 mil soldados extranjeros que entre 1817 y 1822 se enrolaron en el ejército de Simón Bolívar para contribuir con la liberación de cinco naciones de américa del sur que estaban en manos del imperio español. English era un teniente de caballería que al llegar a Venezuela fue nombrado capitán del primer regimiento de Húsares.

English llegó a tierras venezolanas en diciembre de 1817. Peleó con distinción en la batalla de Ortíz, el 26 de marzo de 1818. Fue ascendido a coronel y nombrado segundo al mando de la guardia de honor Británica. Su jefe era nada más y nada menos que uno de los grandes próceres de nuestra historia: el general Rafael Urdaneta. Su labor fue tan meritoria, que Bolívar ordenó que lo ascendieran a General de Brigada.

El chavismo/madurismo jamás hablará del coronel English. Tampoco le llevará flores a su tumba y mucho menos le rendirá honores. Si lo hicieran, tendrían que meterse la lengua donde no les llega el sol, porque al hacerlo, reconocerían que la independencia de Venezuela y otras cuatro naciones suramericanas, fue posible no solamente al genio militar de Bolívar, sino también, a la ayuda de 5.898 soldados ingleses, irlandeses, norteamericanos y alemanes que pelearon y dieron su vida en Carabobo, Boyacá, Ayacucho y muchas otras tantas batallas para que esta nación pudiera declararse libre y soberana.

Hace unas pocas semanas atrás, el presidente de la ilegal y fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, anunció que esa instancia se encuentra estudiando la posibilidad de aprobar una Ley para castigar a quienes llamó “traidores a la Patria”. Según Cabello, quienes sean declarados como tal, “serán tratados como enemigos del pueblo, ya que sus acciones solo buscan desestabilizar al país”.

Cabello hizo una advertencia a todos los venezolanos que han solicitado ayuda extranjera para resolver la grave crisis de Venezuela: “Señores vende patria ruéguenle a Dios o a quien ustedes quieran que nunca nadie intente invadir esta tierra, porque los vende patria, los traidores a la patria serán tratados como enemigos del pueblo”.

El presidente de la ANC dijo que todos conocen quienes han sido las personas que tomaron la decisión de “traicionar a la patria”. En su opinión, los traidores a la patria son quienes han salido en búsqueda de una intervención extranjera y amenazó con que no se tendrá “piedad” con ellos. Es importante señalar aquí que, oficialmente, ninguna organización política ha solicitado, al menos no abiertamente, una “invasión militar extranjera” a Venezuela. Lo que sí se ha planteado, y lo ha hecho mucha gente, es una intervención humanitaria, la cual consiste, en la apertura de un canal para que puedan ingresar al país alimentos y medicinas para los enfermos.

Pero tal parece que para algunos dirigentes oficialistas, intervención humanitaria e intervención militar son la misma cosa. La dictadura está tan nerviosa que confunde ayuda humanitaria con invasión militar. Desde esa óptica, todo el que solicite la apertura de un canal humanitario podría ser considerado un traidor a la patria.

Por eso es muy importante aclarar a Diosdado Cabello, o a cualquier otro dirigente del chavismo/madurismo, que solicitar ayuda a la comunidad internacional para lograr la libertad de Venezuela no es traición a la patria. Si fuera así, el primer gran traidor sería nuestro libertador Simón Bolívar, quien como es bien sabido, viajó a Londres, Inglaterra, el 30 de junio de 1810, junto con Luis López Méndez y Andrés Bello, a buscar armas, barcos y soldados para poder llevar a cabo la lucha por la independencia de cinco naciones suramericanas que estaban sometidas por el reino de España.

Esa es la parte de la historia de Venezuela que no le agrada mucho a los chavistas/maduristas: Bolívar, el libertador, el hombre en cuyo nombre se bautizó la revolución socialista que se instauró en este país desde 1999, y cuyo pensamiento sirve como arma de propaganda al gobierno revolucionario que comenzó Hugo Chávez y que continuó Nicolás Maduro, necesitó la ayuda de soldados ingleses, irlandeses, norteamericanos y alemanes para poder ganar las batallas que permitieron conquistar nuestra independencia y libertad.

¿A quién se le ocurriría en este momento decir que Bolívar fue un traidor a la patria por buscar ayuda extranjera para liberar a su pueblo entre 1817 y 1822? Y si la conclusión es que Bolívar no fue un traidor a la patria, ¿Por qué razón han de ser traidores a la patria quienes en 2018 buscan ansiosamente la misma ayuda internacional?

Con toda seguridad, hay muchos revolucionaros y socialistas que no saben que entre 1817 y 1822 operó en Venezuela lo que se conoció como la Legión Británica, un grupo de voluntarios extranjeros, que formaron unidades militares para luchar bajo el mando del general Simón Bolívar en la guerra de independencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.

La legión británica estaba integrada por centenares de soldados y oficiales voluntarios de Inglaterra, Escocia e Irlanda, los cuales se unieron a las fuerzas patriotas y contribuyeron enormemente a la causa republicana. La mayoría de los hombres que vinieron a luchar a estas tierras lo hicieron porque estaban desempleados y con problemas económicos en su respectivos países. Aquí les ofrecieron muy buena paga y reconocimiento a sus méritos militares y no lo pensaron dos veces.

Bolívar buscó en Europa oficiales con experiencia en el adiestramiento de tropas y en el campo de batalla para el objetivo que se buscaba: ganar la guerra. Fue así como entre 1817 y 1822, desde los puertos de Inglaterra partieron alrededor de seis mil hombres en aproximadamente 53 naves, en expediciones destinadas a brindar apoyo a la causa independentista de suramérica. Del enorme contingente de viajeros, unos cinco mil trescientos eran soldados veteranos del Reino Unido, Irlanda, y alemanes al servicio de Inglaterra.

El responsable del reclutamiento de los voluntarios en Londres fue el venezolano Luis López Méndez, exiliado en Inglaterra, quien fue el encargado de atraer militares voluntarios utilizando toda clase de mecanismos propagandísticos y diplomáticos. Ofreció remuneraciones económicas, grados militares suplementarios y tierras fértiles para quien quisiera enrolarse en tan lejana aventura. López Méndez y Andrés Bello permanecieron en Londres gestionando todo tipo de apoyo institucional además del suministro de insumos y material de guerra para la independencia de Venezuela y la Nueva Granada.

López Méndez contrató a mercenarios europeos en su mayoría británicos y alemanes veteranos de las guerras napoleónicas. Su labor fue tan importante, que Bolívar lo llamó: “el verdadero libertador de Colombia”. López llevó a cabo su misión en medio de grandes dificultades. El Estado naciente de Venezuela no le daba apoyo económico ni información necesaria para llevar a cabo su trabajo, y por si eso fuera poco, el gobierno británico no lo terminaba de reconocer como embajador por su alianza con España. Incluso tuvo que padecer prisión por las deudas que adquirió.

Las llamadas Legiones Británicas formaron una parte importante del ejército de Bolívar, quien las acreditó en la batalla de Boyacá, proclamando que “esos soldados liberadores son los hombres que merecen estos laureles”, y en la batalla de Carabobo donde los describió como “los Salvadores de mi Nación”. En Angostura, Simón Bolívar incluyó a la Legión Británica en la fuerza que debía acompañarlo durante la campaña libertadora de Nueva Granada.

De acuerdo con las cifras suministradas por el coronel Guillermo Plazas Olarte, a las costas venezolanas llegaron en seis expediciones extranjeras, entre 1817 y 1819, un total de 5.808 soldados.

En 1819, el coronel James English, muerto y enterrado en la isla de Margarita, reclutó en Inglaterra 1.200 soldados que se encontraban a medio sueldo y que habían pertenecido al ejército de ocupación en Bélgica y Francia. El coronel Strenowitz, junto con López Méndez, reclutaron en Bruselas a un grupo de 300 hombres que llegaron a las Guyanas. El general John Dévereux, comisionado por Bolívar, llegó con seis buques cargados con 1.729 soldados desde Liverpool y Dublín.

El Coronel Gustavus Hippisley llegó en un barco con 720 soldados; el coronel Elson llegó con 572 soldados; el general Mac Gregor llegó con 600 soldados; el coronel Mecceroni vino con 300 soldados; el coronel Ferms llegó con 250 hombres; y el coronel James Rooke, quien es considerado un héroe en Colombia, llegó con 200 hombres. En total, llegaron a tierras venezolanas entre 5.800 y 6.000 soldados y oficiales extranjeros a luchar por la causa independentista. Todos bajos las órdenes de Simón Bolívar. Eso fue mucho más que una ayuda humanitaria. Fue una ayuda militar extranjera para derrotar a otra fuerza militar extranjera (el ejército realista) que se había apoderado de Venezuela mediante el uso de la fuerza bruta.

¿Qué habría ocurrido si Bolívar no se empeña en traer a esos casi 6 mil soldados extranjeros para que lo acompañaran a librar las duras batallas contra las fuerzas realistas? Muy simple: habría perdido la guerra. Verbigracia: entre 1817 y 1822, la ayuda extranjera, tan odiada por los pseudo revolucionarios y bolivarianos que nos mal gobiernan desde 1999 hasta nuestros días, hizo posible la libertad de Venezuela hace 200 años. ¿Por qué no puede ocurrir lo mismo hoy día?

En mayo de 1817, James Towers English, el irlandés enterrado en Juan Griego, se entrevistó con Luis López Méndez, el representante de Bolívar en Londres. En mayo de 1818, firmó un contrato con el gobierno patriota para reclutar y equipar una fuerza británica de más de 1000 hombres, los cuales zarparon durante los siguientes meses y llegaron a las costas de Margarita con una sola misión: liberar a Venezuela y a la Nueva Granada. English fue nombrado general de brigada y le fue dado el comando de todos los soldados extranjeros. Luchó al lado del general Rafael Urdaneta y de acuerdo con algunos historiadores, rescató al general José Antonio Páez, cuando en pleno campo de batalla sufrió un ataque de epilepsia.

English fue herido en el campo de batalla. Se retiró a la isla de Margarita donde murió enfermo de fiebre amarilla y fue enterrado en el cementerio que queda en el barrio Guiri Guire frente a Juan Griego. La tumba del coronel English en Margarita tiene una lápida en la que se lee textualmente: “Aquí yacen los restos del general de Brigada James Tower English, expedicionario inglés, quien falleció el 19 de septiembre de 1819 al servicio de la independencia de Venezuela”.

Doscientos años después, todo parece indicar que los venezolanos necesitamos, una vez más, la ayuda de muchos James Towers English para recuperar nuevamente nuestra independencia y nuestra libertad. Como lo hizo el Libertador entre 1817 y 1819, en el 2018 invocamos con urgencia la ayuda humanitaria extranjera para derrotar a la dictadura y a los ejércitos extranjeros de Cuba, Rusia, China, Hezbollah, las Farc y el ELN que se han apoderado de Venezuela. Y eso, no es traición a la patria. Sino pregúntenle a Bolívar.



lunes, 23 de julio de 2018

Dictaduras post-moderna





Suele suceder que para entender las venturas del presente sea cada cierto tiempo necesario reubicarlo en contextos macro-históricos, de la misma manera como para entender la macro-historia hay que saber leer en los signos del día. Vivir el presente como historia y leer el pasado como presente -recomendaba el historiador Ferdinand Braudel- ayuda a entender porque la filosofía ontológica sugiere que el pasado no sólo existe en el pasado (como algo cronológicamente superado) sino que acompaña e interfiere el presente de modo contínuo y pertinaz. O en expresión más radical: vivimos a cuenta del pasado. Por una parte, el futuro porque es futuro, no ha sucedido, y el presente no es más que mediación entre un pasado que ya existió y el futuro que no conocemos. Disquisición no ociosa si pensamos que la América Latina de nuestros días está marcada no sólo por acontecimientos sino también por tantos traumas históricos.

Luego, si fuese necesario reconocer en un marco de reproducción ampliada las líneas fundamentales de la historia política latinoamericana, podríamos distinguir, entre otras menores que aparecen y desaparecen, tres de larga trayectoria y duración. Ellas son la línea dictatorial, la línea revolucionaria y la línea democrática. Esas, a las que llamaré: las tres dimensiones de la historia política del continente, como ocurre en toda realidad tridimensional, no se presentan de modo paralelo sino cruzándose, uniéndose en algunos momentos, separándose en otros, y casi siempre, interfiriéndose entre sí en el curso de su tormentoso recorrido.

En el presente artículo –una parte de un breve ensayo que estoy preparando bajo el título “dictaduras, revoluciones y democracias”- me ocuparé sólo de la primera dimensión: la dictatorial.
La dimensión dictatorial puede ser llamada también militarista, pues no hay dictadura que no sea militar o que no se apoye en ejércitos. Una dictadura sin ejército es un contrasentido.

Triste es decirlo, pero la franja más ancha de la historia política de América Latina ha sido la de las dictaduras, o si se quiere plantear al revés: la de las luchas en contra de las dictaduras. Casi podría afirmarse que la dictadura fue en el pasado la “forma natural” de gobierno y esa es la gran diferencia que separa a la historia de la América del Norte de la de América del Sur. De tal modo que las luchas democráticas de la región han sido también en contra de su propio pasado, luchas que continúan hasta nuestros días frente esos persistentes proyectos militaristas que, como asegura el tango, son como un “encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida” (“Volver”)

Y bien; a lo largo de la historia latinoamericana es posible encontrar diversas formas de dictadura militar, formas que en cierto modo son correspondientes con determinadas fases del curso histórico latinoamericano. Sin ninguna pretensión tipológica, y sólo para simplificar el marco de la exposición, podríamos distinguir tres formas predominantes –lo que no quiere decir que no existan otras de menor persistencia- de dominación dictatorial:
· a. La dictadura de tipo oligárquico post-colonial
· b. La dictadura militar de Guerra Fría (o dictadura de seguridad nacional) y
· c. La dictadura militar nacional- populista y/o socialista- nacional.

Las dictaduras oligárquicas –salvo una u otra excepción- marcan la historia del siglo XlX. Esa fue, menos que herencia, el lastre recibido del periodo colonial. Como consecuencias de las feroces guerras de la independencia, valientes y bárbaros generales ocuparon la silla del poder, y en la mayoría de los casos lo hicieron como representantes no sólo de los ejércitos sino de las no muy rancias aristocracias terratenientes desde donde provenían. Esas son “las venas ocultas” de las dictaduras latinoamericanas. De ahí que la mitología “bolivariana” que ensombrece nuestro presente no logra ocultar la nostalgia del estado-militarista del periodo post-colonial: utopía regresiva e inconfesa de tanto líder militar.

De esta manera, en la gran mayoría de las naciones de la región, el Estado surgió del ejército y la nación del Estado el que, en condiciones de guerra abierta y declarada, no podía sino ser un Estado militar, o apoyado en militares. Así se explica por qué la primera revolución social de la era moderna, la mexicana de 1910, tuvo lugar no en contra de un Estado “burgués” sino en contra de un Estado militar- oligárquico. El simbólico Porfirio Diaz, así como muchos de sus epígonos, gobernaba a su nación no como un Presidente, más bien como un patriarca, o lo que es igual, como un gran terrateniente cuya hacienda era el país, tradición que continuó, y nada menos que en nombre de la revolución, Venustiano Carranza (1917-1920).

Más allá de las ideologías, lo que unía a la gran mayoría de los dictadores latinoamericanos hasta nuestros días, fue la alianza entre el ejército y los sectores predominantemente agrarios que ellos representaban en y desde el poder.

Los dictadores latinoamericanos del siglo XlX y primera mitad del XX fueron, casi sin excepción, agraristas. El antagonismo que percibió Domingo Faustino Sarmiento en la Argentina del tirano Juan Manuel de Rozas, a saber, el de civilización contra barbarie, puede desdoblarse en la contradicción que se ha dado entre agrarismo y civilidad urbana, contradicción que, como ha destacado José Luis Romero en su siempre hermoso libro “Las Ciudades y las Ideas”, marca a fuego la historia latinoamericana.

Sucesores del patriarcalismo agrario denunciado por Sarmiento fueron, entre muchos, Alfredo Stroessner en Paraguay (1954-1989) -quien continuó la tradición hiperdictatorial inaugurada por el legenario Doctor Francia- o el “bolivariano” Juan Vicente Gómez de Venezuela (1908-1935). Sobre esas dictaduras patriarcales existe, por lo demás, abundante bibliografía, pero algunos geniales novelistas han captado su sentido más esencial, y eso ha sido así desde “El Señor Presidente” de Miguel Angel Asturias, “Yo, el Supremo” de Augusto Roa Bastos, “El Recurso del Método” de Alejo Carpentier, “El Otoño del Patriarca” de Gabriel García Márquez, hasta llegar a la “Fiesta del Chivo” de Mario Vargas Llosa. Algún día, un gran escritor escribirá una novela sobre Chávez, de eso no cabe duda. Los novelistas han sido muchas veces los vengadores ocultos de la historia.
El siglo XX fue, al igual que el XlX, muy pródigo en la formación de gobiernos dictatoriales. No obstante, desde la segunda mitad del siglo, las dictaduras “clásicas” comienzan poco a poco a cambiar su carácter oligárquico del mismo modo que emerge un nuevo tipo de dictaduras que ya no son típicamente oligárquicas sino, de acuerdo al concepto que popularizó José Comblin, “dictaduras de seguridad nacional”.

En algunos casos, las dictaduras oligárquicas clásicas, sobre todo en América Central, agregaron a su naturaleza oligárquica originaria (Somoza, Trujillo) la función de la seguridad nacional anticomunista. Esa tendencia fue representada, por ejemplo, en el primer gobierno de Hugo Banzer en Bolivia (1971-1978) y en su forma más pura en la terrible pero breve dictadura de José Efraín Ríos Montt en Guatemala (1982-1983). En otros casos, sobre todo en el Cono Sur, apareció un nuevo tipo de dictaduras no esencialmente oligárquicas ni agraristas cuya función originaria fue detener “el avance del comunismo” en contra de frentes políticos sociales (Unidad Popular chilena, Frente Amplio uruguayo) los que, de acuerdo a la doctrina kissengeriana, podían portar la posibilidad de una “segunda Cuba” que facilitara la entrada del imperio soviético en la región. Por esa razón tales dictaduras son también llamadas dictaduras de Guerra Fría y dentro de ellas, las más emblemáticas fueron las dictaduras de Pinochet en Chile y de Videla en Argentina.

Interesante es constatar que las dictaduras –anticomunistas y modernizadoras a la vez- tuvieron lejanas precursoras en la Venezuela del “bolivariano” Marcos Pérez Jimenez (1952-1958) y en la Colombia de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). Es por eso que la mirada del historiador debe considerar que lo que en determinadas ocasiones aparece como un hecho aislado, puede ser el anuncio de un nuevo contexto histórico, del mismo modo que la aparición de una estrella errante puede ser el anuncio de una constelación no divisada.

Interesante es también constatar que a diferencia de las dictaduras patriarcales y agraristas las dictaduras de “seguridad nacional” se hicieron co-partícipes de proyectos empresariales cuyo objetivo era modernizar las economías nacionales, abriendo las fronteras económicas en un plan bautizado despué como “neo- liberal”, plan destinado a reemplazar la llamada “sustitución de importaciones” (de origen desarrollista y “cepalino”) por un proyecto basado en la “diversificación de las exportaciones”.

Los intentos más serios de modernización agroexportadora tuvieron lugar en el Brasil dictatorial de los años sesenta y setenta. Baste recordar que sociólogos de inspiración marxista como Fernando Henrique Cardoso, llegaron a hablarnos durante esos tiempos de una revolución “burguesa” la que ante la ausencia de una burguesía clásica debía ser realizada por una “burguesía en uniforme”. Ruy Mauro Marini –siguiendo los esquemas de André Günder Frank- fue más lejos que Cardoso al desarrollar la teoría del sub-imperialismo brasileño dirigido por un cuarto poder: el militar. En cualquier caso, el proyecto modernizador fue realizado hasta sus últimas y más radicales consecuencias durante la dictadura de Pinochet en Chile cuando comenzó a ponerse en práctica el plan de ajuste tendiente a generar un sistema basado en la diversificación de la exportaciones. No tanto éxito tuvieron los militares argentinos quienes se vieron enfrentados a corporaciones agrarias e industriales, incluso sindicales, muy difíciles de domesticar.

Por último, cabe recordar que a diferencia de la versión “izquierdista” que asigna a estas dictaduras el simple papel de autómatas de los EE UU, ellas gozaron de una autonomía relativa que se expresada incluso en enfrentamientos políticos con los EE UU como ocurrió con la dictadura chilena durante el periodo Carter. Del mismo modo, no está de más recordar que la dictadura del general Videla recibió el apoyo económico y político de la URSS, documentado en textos de la Revista Internacional, en donde se diferenciaba el “fascismo pinochetista” del “progresismo nacionalista” de los militares argentinos. La historia, en fin, es y será más compleja que la historiografía.

En un tercer lugar tenemos que referirnos a las dictaduras militares de tipo populista a las que en otras ocasiones he mencionado bajo el concepto de dictaduras nacionalistas- sociales (a fin de diferenciarlas del nacional- socialismo de tipo europeo). Al hacer esta referencia imagino que más de algún lector ha pensado inmediatamente en el gobierno militar inaugurado por Hugo Chávez. Por eso es importante, antes qdestacar que el gobierno de Chávez estuvo lejos de ser único en su especie.
El gobierno militar chavista representaba la cristalización de una tendencia que ha acompañado, de modo latente, después de modo manifiesto, la historia de la modernidad latinoamericana.

O para decirlo de otro modo: así como la dictadura militar oligárquica corresponde a una alianza entre militares y sectores terratenientes; o así como la dictadura de seguridad nacional realizó en algunos países una alianza con un nuevo sector empresarial exportador, la dictadura militar populista conoce tres momentos. El primer momento se caracteriza por una alianza entre el ejército y masas urbanas y agrarias emergentes, alianza en la cual el Estado militar ocupa el lugar de la absoluta hegemonía. El segundo se caracteriza por la autonomización del Estado militar con respecto a las bases populares que le sirvieron de base. El tercero se caracteriza por la autonomización del caudillo y su camarilla con respecto al propio Ejército.

El gobierno militar chavista representa el entrecruce de dos líneas. Una es la línea populista, la otra es la militarista. Desde comienzos del siglo XX dichas líneas tendieron cada cierto tiempo a juntarse. Momentos efímeros fueron, por ejemplo, el primer gobierno militar- popular de Fulgencio Batista, el que contó con la participación del Partido Comunista de Cuba (1940-1944). Dichos momentos aparentemente fortuitos emergieron después fugazmente en la guerra civil de la república Dominicana en torno al general Francisco Caamaño (1965) o en la Bolivia de Juan José Torres (1970-1971). Pero sin duda, los gobiernos que mejor anunciaron el momento chavista -si se quiere, los grandes profetas del mesianismo político de Chávez- fueron el de Juan Francisco Velasco Alvarado en Perú (1968-1975), el de Omar Torrijos en Panamá (1969-1981), y aunque parezca extraño, el de Alberto Fujimori (1990-2000), otra vez en Perú. En todos esos gobiernos -habría que agregar el de Manuel Antonio Noriega durante sus primeros tiempos (1983-1989) y el mal realizado proyecto de Lucio Gutiérrez en Ecuador (2002-2005)- se anunciaba la utopía de la dictadura militar populista que hoy está cristalizando en Venezuela y, en gran medida en Nicaragua.

Extrañará tal vez que no ubique a la dictadura castrista como precursora del militarismo- populista. La verdad es que la dictadura castrista, quizás por su larguísima duración, es un caso especial de “camaleonismo tipológico”. Emergida de una revolución democrática (antidictatorial) pasó, gracias a su entrega al imperio soviético, a convertirse en la primera dictadura de tipo estalinista del continente. Después de la (auto) destrucción del imperio soviético, adquiere los rasgos típicos de una dictadura socialista-nacional. Eso no impide que Fidel Castro como gobernante hubiera mantenido muchos rasgos típicos de los dictadores patriarcales y agraristas del siglo XlX.

El “aporte” chavista reside en haber unido el destino de su gobierno con la dictadura militar de los Castro, dotar a su jefatura de un rudimentario pero efectivo sistema ideológico de dominación, utilizar un sistema electoral controlado desde el gobierno, ejecutar “golpes desde el Estado” en las zonas que lo adversan, y formar un conglomerado internacional expansionista a través del ALBA, cuya hegemonía reside en el eje Habana-Caracas con muchas ramificaciones en la Nicaragua post-sandinista.

Cabe mencionar que, en lo que se refiere a las dictaduras socialistas-nacionales, o militar-populistas, no existe un concenso unánime de definición entre los llamados cientistas sociales. No son pocos quienes con ciertas razones aducen que estos gobiernos no pueden ser denominados como dictaduras sino simplemente como “gobiernos autoritarios” aunque puedan ser más crueles y arbitrarios que las dictaduras tradicionales. Eso depende, ciertamente, desde que punto de vista argumentamos.
Desde el punto de vista jurídico una dictadura se define por la concentración de los tres poderes del estado en una sola entidad y en ese caso las mencionadas serían, efectivamente, dictaduras. Desde el punto de vista político, sin embargo, la dictadura se define en términos de dominación y hegemonía.

Ahora, la dominación hegemónica a diferencias de la dominación “pura” no se basa solo en relaciones de fuerza sino en la existencia de determinados espacios políticos, entre ellos la existencia de segmentos opositores, si no permitidos, tolerados, así como en eventos electorales sometidos a control estatal. En ese sentido podríamos decir que las neo-dictaduras, o dictaduras de nuevo tipo, pueden ocasionalmente aparecer ocasionalmente como simples democracias deformadas.

Una vez escuché ironizar a un politólogo afirmando que las nuevas eran “dictaduras cuánticas”. La metáfora no es muy desafortunada. Así como en los paquetes cuánticos las partículas elementales aparecen en forma de materia y otra vez en forma de luz dependiendo de la posición del observador, bajo las nuevas dictaduras aparecen ocasionalmente espacios políticos desde donde es posible para la oposición iniciar una lucha por la hegemonía. Esto no es mas que una dictadura post-moderna...

¿A dónde vamos?

Estamos en un momento crucial. Un caos generalizado como consecuencia de una política económica absolutamente extraviada de toda lógica, que avanza como kamikaze a su autodestrucción está acompañada de una demanda y expectativa de liderazgo y conducción política que aún no es cubierta por ningún actor, simplemente porque cada uno por su lado nunca lo podrá lograr.

Y mientras todo esto sucede, los sectores gremiales y sociales de manera decidida afirman estar dispuestos a darlo todo porque "ya no hay nada que perder" o como me dijo ayer Ana Rosario Contreras, dirigente de las enfermeras que hoy son ejemplo de lucha para todo el país: "sé que pueden intentar quebrarme, pero eso no me detendrá porque la lucha es por un país, no es por una persona, mi familia lo sabe."

Sin embargo, la necesidad de articular todas las luchas es urgente. El sector eléctrico con una justa lucha salarial tampoco podrá sólo, si no comprende que el problema de las enfermeras, los médicos, los docentes, los petroleros, se basa exactamente en el mismo elemento: la política económica empobrecedora que sólo alimenta a los corruptos y destruye el aparato productivo que va quedando.

Es el gobierno de Maduro y la kakistocracia madurista la culpable, pero la lucha no sólo es por la salida del gobierno, sino por la necesidad de confiar en una alternativa que dé garantías de que podamos salir de la crisis sin impunidad de los responsables, normalizando la economía.

Es por ello que el medio que se debate hoy para profundizar la lucha reivindicativa para que adquiera sentido político y permita emerger nuevos liderazgos parte de las luchas concretas, que en suma hoy están empujando a un paro de facto de la mayoría de los sectores económicos y sociales del país. Es tan así que la realidad es que ni siquiera hay transporte para que los trabajadores lleguen a sus puestos de trabajo.

Sin embargo, profundizar el paro hoy, con condiciones objetivas pero sin las condiciones subjetivas de quienes tienen en su mano definir este paro a nivel nacional, además de las consecuencias que eso trae, obliga a pensar en un paso previo, una jornada de huelga nacional de 8 horas laborales, acción consagrada como derecho en el artículo 97 de la Constitución, para lo cual se debe generar una urgente consulta de todos los sectores de la vida nacional, y así entiendo que el Frente Amplio Venezuela Libre lo anunciará
.

¿Una jornada de huelga nacional para qué?

A diferencia de la deriva jurídica de una huelga en Venezuela, la huelga es la protesta previa a un paro, aunque en nuestro país el valor de los conceptos está invertido, sin embargo, sin hacer punto de honor conceptual, huelga o paro, hoy el país demanda una acción para la unificación de las fuerzas, para la coordinación de acciones y para la definición de la conducción política en función del restablecimiento de los derechos de los trabajadores y en general para el restablecimiento del orden constitucional.

¿Y el día después qué?

Amaneceremos organizados, más fortalecidos, con un gobierno más debilitado y obligado a ceder, a tener que dar un paso atrás, mientras nuevos sectores políticos, sociales e incluso militares tendrán que pensar cómo integrarse a la lucha. El día después será el primer día de una nueva etapa en la lucha, con la fuerza necesaria para planificar una nueva acción aún más contundente.

viernes, 16 de febrero de 2018

Posible invasión de EUA a Venezuela

Para mí el chavismo murió con la muerte de Chávez. Lo que existe es una disidencia chavista. Ni siquiera tenemos textos escritos con fundamentación epistemológica que nos expliquen sobre lo que fue el chavismo. Ya algunos saldrán a hablar que si el "plan de la patria" o tal o cual documento. El marxismo tiene El Capital y Adam Smith escribió sobre el liberalismo económico ¿Quién puede hablar qué es el chavismo? Sobre esto he dicho que lo único que nos deja el chavismo es un movimiento de masas con arraigo popular y mucho sentido nacionalista que lamentablemente se diluyó con el fallecimiento del líder. El eminente profesor y amigo Heinz Dieterich escribió sobre El socialismo del siglo XXI, pero también nos ha dicho que Maduro abolió por completo el proyecto original de Chávez.

A partir de allí, surgió el madurismo como forma neototalitaria por controlar y mantener el poder, y de eso hemos venido escribiendo bastante. Maduro y su claque aplicaron todas las perversiones posibles en la destrucción de un Estado y su constitución. La sujeción del pensamiento único se está intentando instaurar en las escuelas y liceos. Los sectores populares están muy empobrecidos y cruelmente maltratados por la crisis. El madurismo sólo utiliza la imagen de Chávez como forma de propaganda política, pero en la praxis hace todo lo contrario al pensamiento del líder.

El madurismo obliga a la población y empleados públicos para que asistan a sus concentraciones. Chávez era un aluvión por donde pasaba. Sólo bastaba decir que estaría en determinado sitio para ver la manera espontánea en que se desplazaba un pueblo, incluso más allá de las fronteras venezolanas. El madurismo ha aplicado un perverso programa económico que ha hecho vivir a los venezolanos una hiperinflación terrible en el plano social. Chávez teniendo el barril del petróleo en 7 dólares cuando llegó al poder, o ser objeto de un golpe de Estado, una auténtica guerra económica y paro petrolero entre 2002 y 2003, los venezolanos no vivimos una crisis de esta magnitud, sino por el contrario se vivieron picos de prosperidad y reducción de la pobreza entre 2005 y 2012.

La mayoría del pueblo rechaza a Maduro, y la mejor prueba de ello es ver a los sectores más humildes huyendo de la dictadura que agobia a Venezuela por el norte, el sur, el este o el oeste. Sólo habría que echarle un vistazo a la frontera con Brasil, Colombia o islas vecinas para ver que las personas que emigran no son precisamente oligarcas ni millonarios, es el pueblo pobre que ha sido totalmente destruido por quien se autodenomina "hijo de Chávez".

Hace unos días escribí en Venezuela desde el portal Aporrea un artículo al cual titulé: ¡Maduro saldrá en menos de 10 días del poder! Ese texto generó un debate inmenso en el país y conmocionó a la clase política madurista. Coincidencialmente, al otro día fueron tomados por la guardia nacional todas las grandes, medianas y pequeñas cadenas de centro comerciales, supermercados y mercados populares. Tal vez muchos lo comprendieron como si textualmente estaba pronosticando la salida de Maduro de Miraflores en ese período de tiempo, pero el centro de esos 10 días se inician en el momento en que se desencadene de manera espontánea, una gran protesta nacional de todos los sectores de la población por la terrible crisis que vivimos.

El adelanto de las elecciones responde ante lo que está por venir, y el madurismo lo sabe. Esa es la razón por la cual intentan posicionarse ilegítimamente del poder. La verdad es que cuando llegue ese día de protesta nacional originado por los sectores populares, Maduro no resistirá más allá de 10 días con el control político, aunque sea un día después de cualquier elección fraudulenta, porque tendría que masacrar a un pueblo, y nuestra fuerza armada, esa que está apartada de la cúpula militar controlada por Vladimir Padrino, (quien tiene a su familia viviendo en el exterior), es decir, el pueblo uniformado, como decía Chávez, esa oficialidad y tropa es la que vive en el corazón de los sentimientos de la gente.

Se avecinan días de mucha trascendencia para Venezuela, pero sobre todo la incertidumbre y quiebra económica atentan contra Maduro. No habrá bono que valga, ni "carnet de la patria" que le apoye cuando absolutamente nada pueda comprarse con el pulverizado bolívar, y ese día está cada vez más cerca.

Para salir de la crisis se requiere, una vez que Maduro haya abandonado el poder, la construcción de un gobierno de unidad. Tenemos una excelente Constitución y un marco jurídico que debe ser reformado. Hay que crear un plan económico serio y creíble, como por ejemplo similar al Plan Real que aplicó Cardozo durante su presidencia en Brasil y ampliado con las políticas que posteriormente generó Lula Da Silva en Brasil.

Venezuela debe recuperar su industria petrolera, reencontrar cauces en su alicaída agro-industria, y abrirse al capital nacional e internacional con reglas claras que respeten los derechos no sólo empresariales, sino laborales y sociales vapuleados por este gobierno de Maduro que se hace llamar "socialista. Sólo así podremos salir de este trance hacia el corto, mediano y largo plazo.

En consecuencia, una cosa es ser nacionalista y otra vivir con una xenofobia política contra los Estados Unidos. Y esa ha sido la política madurista, e incluso que tuvo Chávez mientras estuvo en el poder. El madurismo es hipócrita cuando nos habla de soberanía pero entrega nuestros espacios petroleros y de explotación minera a las transnacionales rusas, chinas, canadienses u otras, sin el mínimo respeto sobre las normas ambientales y laborales, y peor aún, permitir el acceso de cubanos en áreas estratégicas de control político y militar en el país.

Donald Trump no es precisamente el mejor presidente que haya tenido la nación estadounidense, y es probable que sea el tipo más soberbio y egocéntrico que ha pasado por la Casa Blanca, razón por la cual, el madurismo subestima que exista una posible intervención contra Venezuela, ignorando que la materia geopolítica no puede tratarse como si quienes no comparten mis ideas en el plano internacional fueran un albañal de desechos sólidos.

Es mentira que China o Rusia van a declararle la guerra a Estados Unidos, si éste decidiese de manera remota y unilateralmente invadir nuestro país, con todo y el derecho a veto que tienen esas naciones en caso de que el tema llegara al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Como venezolano rechazaría cualquier intervención de potencia extranjera sobre Venezuela, pero también debo rechazar que bajo ese argumento, Maduro destruya a la nación e imponga un régimen neototalitario y empobrecedor. Es tácito. Ni una cosa ni la otra, pero los venezolanos no seremos responsables, sí mañana la torpe conducción del país genera un conflicto extraterritorial, al desafiar a todos los vecinos y convertirse en una permanente confrontación política que sólo genera problemas de desarrollo social, en especial con las naciones que rodean a Venezuela.

Por ahora, considero que el gobierno de Trump le está haciendo advertencias a Maduro para que regrese al camino de las normas constitucionales, pero además abandone esa diplomacia jíride que le ha caracterizado en los últimos años. ¿Volverá Maduro al carril de la democracia? Realmente lo dudo. Por ello, sólo esperamos que cuando se inicien los últimos días del madurismo en el poder, la sangre no llegue al río. Amanecera y veremos...

No es en contra de Venezuela

Una de las argucias más abusadas por las hegemonías despóticas, es el tratar de confundir una parte con el todo. En este caso, Venezuela es el todo, y el poder que la destruye es una parte –importante por su infinita capacidad destructiva, pero una parte-. Sin embargo, cuando Maduro y los suyos se refieren a las denuncias, críticas, sanciones o condenas que reciben del exterior, siempre alegan que son denuncias, críticas, sanciones o condenas en contra de Venezuela… Mentira. Son en contra de ellos, Maduro y los suyos, y por razones más que merecidas.

Cuando el gobierno de otro país emite una declaración oficial que retrata a Maduro tal cual es, eso no va dirigido a minusvalorar al conjunto del país. Eso no es en contra de Venezuela. Más bien todo lo contrario. Porque lo que es favorable a Maduro es perjudicial para la nación, y lo que es desfavorable para Maduro es auspicioso para la patria. Claro que los propagandistas de la hegemonía no piensan ni operan de esa manera. Para ellos es vital el principio de manipulación política que pretende utilizar al país como un escudo para amparar los desmanes, diríase mejor, los horrores de los jerarcas del despotismo.

Las solicitudes de extradición de corruptos rojo-rojitos (y ni tan colorados), que están formulando algunos gobiernos, o el encarcelamiento de varios de éstos, o las causas judiciales abiertas y en desarrollo en medio mundo, o las investigaciones de fiscalías independientes, o la activación de los procesos penales previstos en los tratados y tribunales internacionales, no son iniciativas para hacerle daño a Venezuela. Al revés. Son iniciativas para impulsar la justicia ante los graves crímenes que tantos capitostes han perpetrado –dentro y fuera del país, así como también para hacer justicia por los crímenes de sus adláteres y testaferros. Eso honra a Venezuela, porque demuestra que el país no está abandonado en el concierto internacional, y que la obscena impunidad que reina dentro de nuestras fronteras, no tiene vigencia más allá de las mismas.

Las sanciones de carácter patrimonial y migratorio que algunos países han impuesto en contra de figurones civiles y militares del régimen, tampoco son en contra de Venezuela. Al fin y al cabo, Venezuela como nación histórica no es el autor material o intelectual de tantos y tantos delitos en desmedro de la cosa pública o violatorios de todas las categorías de derechos humanos. Los autores son personas con nombres y apellidos, con responsabilidad personal, aún cuando la responsabilidad política sea connatural a la hegemonía despótica, depredadora, corrupta y envilecida, de la cual forman parte esos figurones.

También en contra de la hegemonía hay sanciones de diversa índole, tanto políticas como económicas. No puede ser de otra forma en una comunidad internacional que se rija, al menos básicamente, por las normas suscritas en los acuerdos de alcance global. No se trata de bravuconadas de alguno que otro dirigente extranjero –lo cual, sin duda, no se podría desconocer-. Pero eso es secundario y hasta anecdótico. El meollo del asunto está en que la depredación de divisas extranjeras, el amparo de la criminalidad organizada, la brutal violación de los derechos humanos, comenzando por el derecho a la vida, el desprecio a todos los principios efectivos de una democracia, entre muchas otras realidades, ya no pueden pasar por debajo de la mesa de la complicidad foránea.

Y menos todavía cuando el pueblo venezolano agoniza en una catástrofe humanitaria en medio de una bonanza petrolera, lo que inculpa más gravemente al poder establecido. No. Venezuela no es Maduro. Es más, para que Venezuela tenga un futuro digno y humano, Maduro y los suyos no pueden continuar derruyendo al país hasta sus propios cimientos.

martes, 13 de febrero de 2018

No es tiempo de elecciones, sino de rebeliones!

Por primera vez en la historia latinoamericana el mundo entero apoya abiertamente la caída de un régimen genocida. Los gobiernos alrededor del planeta han rechazado las aceleradas elecciones fraudulentas convocadas por la Asamblea Narco Castrista. El Parlamento Europeo aseguró que sólo reconocerá elecciones en Venezuela si son en “condiciones justas, CNE imparcial y sin inhabilitados políticos”. ¡na'guara! Este 22 de abril los venezolanos debemos demostrar al mundo que estamos en contra de la dictadura, pero no es votando, sino ¡TUMBANDO!, ¡no son tiempos de elecciones, sino de rebeliones!

Ledezma denunció que: “el Gobierno genocida de Maduro deja morir a los venezolanos”. Esto es tan palpable que los países fronterizos están en emergencia atendiendo a los miles de venezolanos que no encuentran atención en su propio país y Tuto Quiroga tuvo que afirmar que: “la solución al éxodo es sacar del gobierno de Venezuela al colombiano”. Mientras tanto el narco-terrorismo de Venezuela rechaza la grosera “asistencia técnica y humanitaria de EEUU ante la crisis migratoria”. Aunque la gestión de Maduro sea reprobada por más del 75% de la población, el PSUV pretende que hay que reelegir al culpable de nuestras desgracias.

La fiscal usurpadora Tarek intenta por todos los medios decir que “Maduro no autorizó el uso de armas de fuego” pero la realidad la vivió Óscar Pérez y sus amigos en la masacre más despiadada que se haya visto en la historia. En Venezuela las violaciones de derechos humanos no sólo son política de Estado, sino que se promueve la maldad: Josneidy Castillo fue ascendida como teniente de la Guardia Nacional (GN), en reconocimiento a la salvaje golpiza que le propinó a la ciudadana Marvinia Jiménez, ¡hecho en Socialismo! ¡PLOP!

El senador norteamericano, Marco Rubio, aseguró que, “si las Fuerzas Armadas de Venezuela decidieran proteger a la gente y restaurar la democracia, éstos serían apoyados a nivel internacional”. Sin titubear, Rubio afirma que: “apoyaremos a las Fuerzas Armadas de Venezuela si defienden su país”. Pero aquí no podemos esperar por más nadie, la solución es actuar con fuerza en las calles, cada día tumbar los símbolos de la dictadura: ¡imagen de Maduro y sus secuaces, es imagen que debe ser derrumbada!

El hecho que la Corte Penal Internacional empiece a investigar a los funcionarios del país debe ser un motivo de:

1) Temor para el régimen, pues queda en evidencia que estos crímenes ni pasaron desapercibidos ni tampoco prescriben.

2) Vergüenza a toda la dirigencia política opositora, que quedan en evidencia ante la enorme ineptitud en tumbar una cruel dictadura.

3) Esperanza a todos los venezolanos, aunque la realidad es que esto puede tomar varios años.

Muchos de esos politiqueros salen ahora preguntando “¿pero que podía hacer yo?” o “pero ¿qué quieres tu que yo haga?”. O sea, esos que quieren ocupar los cargos de liderazgo no tienen idea de cómo tumbar la dictadura y se han quedado de brazos cruzados, sencillamente esperando por un milagro. Salvo pocas excepciones sólo hay una quejadera constante, que no resuelve nada. Tan vergonzosa es la diligencia opositora que Marcos Rubio les tuvo que recordar lo que dijo el Libertador: “cuando la tiranía de hace ley, la rebelión es un derecho”.

Hay una luz al final del túnel, pero pasaremos sólo si luchamos juntos. No podemos permitir que la apatía de adueñe de nuestras esperanzas. La lucha sigue .... nuestra madre tierra nos llama con dolor: ¡hijos de Venezuela no la dejemos abandonada!

Lo importante es que la presión del pueblo, la presencia en las calles debe seguir, aumentar e intensificar. No podemos quedarnos callados. Los venezolanos debemos unirnos, sin importar el pasado, porque lo que debemos superar es el presente para luchar por un mejor futuro. Aquí todos somos necesarios, afuera y adentro: ¡todos pidiendo la injerencia humanitaria!

A todos los militares y sus familias: deben tomar la decisión de tumbar la tiranía, o ser juzgados como traidores a la patria. Pueden ser parte de un pueblo que lucha por la libertad, o ser condenados por el resto de la historia como unos miserables cobardes.

La MUD puede escoger entre tumbar la dictadura o sumergirse en el lodo de su incoherencia politiquera. Dios los juzgara por su cobardía, mientras tanto, entre todos, con furia: ¡abajo la dictadura! No, nos cansemos. Calle Y Lucha...

sábado, 3 de febrero de 2018

Estamos Secuestrados...

Pareciera que los venezolanos hemos perdido el país, y que ahora estamos secuestrados dentro del pais por una banda de socialistas organizados.

Muchos sentimos que nuestro país ha sido secuestrado por una clase política que actúa como una mafia organizada que lo controla todo, ocasionando esta profunda crisis económica, política y social que estamos padeciendo.

Muchos de nuestros gobernantes estan identificados por su lucha por sostenerse en el ejercicio del poder, muchos inmersos en escandalosos hechos de corrupción; generando un profundo daño a los venezolanos que hoy vivimos sin calidad de vida, con una sociedad que ha involucionado en su desarrollo.

Las consecuencias se originan por una corrupción gigantesca en las estructuras gubernamentales, a todos los niveles del estado; por el mal manejo de los fondos públicos, repercutiendo con daños profundos en el presente y futuro de nuestra sociedad.

El sufrimientos por la profunda crisis económica, política y social, se ve reflejado en una económia con precios dolarizados y ingresos en bolívares, que genera un descomunal desbalance en la economía ciudadana, familiar e institucional, y en la quiebra del país.

La salud, la educación, los servicios, la comida, las instituciones, la infraestructura; todo fue secuestrado y los resultados son catastróficos.

Por lo general, el común de los ciudadanos, que cometen delitos menores son atrapados y van a la cárcel. Sin embargo, el delincuente de cuello rojo, por lo general, está amparado por la “justicia” venezolana, en manos de fichas del partido oficial de gobierno, PSUV. Por lo que nunca conocerán la cárcel, ni el castigo por sus fechorías.

Nuestras leyes ya no sirven para hacer justicia contra quienes nos gobiernan, porque estas mafias han creado un estado paralelo a la constitucion y leyes de la republica, y no contamos con instituciones autónomas que hagan respetar el imperio de la ley e impongan el estado de derecho.

Esto explica el porqué muchos de nuestros dirigentes socialistas y revolucionarios, de la noche a la mañana terminaron convirtiéndose en millonarios y, probablemente, no tendrán que trabajar nunca más, a diferencia de los “ciudadanos secuestrados por la revolución”, a quienes se nos impone más sufrimiento para que la nueva casta de políticos rojos rojitos, que estan llegando al poder, también se hagan millonarios como muchos que ya lo hicieron, con consecuencias muy críticas de hambre y miseria para la mayoría de venezolanos, que apostamos a una venezuela diferente.

Estamos en un año electoral muy importante para el futuro del País, un año donde se debe elegir un nuevo Presidente de la República, pero sin dudas que la crisis nos convoca a salir adelante en la lucha unitaria por el cambio en Venezuela, siempre y cuando existan las garantías necesarias y un nuevo CNE constitucional. De lo contrario, nunca será posible por la vía democrática salir adelante y superar la actual crisis que estamos viviendo

martes, 23 de enero de 2018

Recordando el 23 de Enero y mas...

“Recapitulación” es el término con el que Pablo, en su Epístola a los romanos, designa el traer lo olvidado a la memoria, al presente, a la actualidad, a la acción. La puerta de entrada a la comprensión del tiempo mesiánico; aquel en el que el pasado, el presente y el futuro se funden para permitir la parusía, la vivencia del reino de Dios. Aquel que debemos alcanzar con la máxima urgencia “en el tiempo que resta”. El tiempo en el que estamos. Ahora mismo.

Los recuerdos pues, guardando las debidas proporciones y distancias, el 23 de enero es, para nosotros los venezolanos, un acontecimiento mesiánico, esencial, históricamente determinante. Que fuera echándose al olvido mientras avanzaba la disolución, la disgregación y el debilitamiento de nuestras raíces. Allí y entonces nacimos a la vida de la Venezuela que aspirábamos ser. A la Venezuela que quisiéramos revivir. Que debemos recapitular, vale decir: sacarla del olvido en el que espera en potencia, para encontrar en él las señales de un nuevo tiempo. En términos también paulinos, “la salvación”. Pues el reino de Dios es el reino de la Libertad, de la reconciliación, del reencuentro, de la felicidad, del amor. No el tiempo de la tiranía, de la traición, del asesinato, la masacre y el olvido.

Y creo necesario establecer las debidas comparaciones, pues el 23 de enero, aún siendo ejemplar y emblemático como fecha de encuentro del pueblo venezolano con su vida en libertad, en plenitud democrática, es ontológica, existencialmente distinto a la situación que hoy vivimos, sin duda una crisis incomparablemente más grave y definitoria que la que estallara aquel 23 de enero de 1958, hoy hace sesenta años.

Ni la dictadura militar de Chávez-Castro-Maduro es comparable a la de Pérez Jiménez, ni la MUD y los partidos que la integran, especialmente AD, eje y clave de la liberación alcanzada aquel día, es comparable a la Junta Patriótica y sus partidos. La dictadura de Pérez Jiménez era inmanente a la Nación, jamás socavó las bases de la República y fue de naturaleza estrictamente político institucional, venezolanista. Fue, como lo fueran todas las dictaduras hasta la aparición de los totalitarismos modernos, una dictadura comisarial: sin afanes totalitarios ni de intenciones devastadoras, escatológicas, auto mutiladoras. Venezuela pudo transitar desde la dictadura a la democracia sin traumas, fracturas existenciales ni hiatos. Exactamente como la de Augusto Pinochet respecto de la tradición republicana chilena. Fue una dictadura modernizadora que no tocó los fundamentos estructurales del sistema. Salir de ella no supuso poner el país de cabeza, sino emanciparlo democratizando su vida orgánico política. Dándole un nuevo sujeto histórico: el pueblo en su heterogénea y múltiple configuración. Por primera vez en nuestra historia, auténtico protagonista de nuestra vida política.

La dictadura castrocomunista que hoy enfrentamos es, muy por el contrario, una dictadura devastadora, que se propone liquidar lo real que nos fundamenta y entregarnos a las fuerzas de la disolución, el rencor y el odio. Así como a la desaparición del Estado, la cultura y la civilización que nos caracteriza. Vaciar al país de todas sus instituciones, tradiciones, usos y costumbres. E implantar un régimen totalitario de partido único, policiaco, tiránico, estrangulando al pueblo y su vida política. Conglomerados empobrecidos, arruinados, esclavizados y ruines. Como lo son Cuba y Corea del Norte. Formas momificadas de vida social, petrificadas y desalmadas bajo un Estado que hambrea materialmente y coarta toda posibilidad de desarrollo espiritual autónomo e independiente, liberal y productivo. Esclavismo moderno.

Se agrega a ello la naturaleza hamponil, criminal, pandillesca de los factores de Poder y el uso que dichos factores hacen del Estado, castrado en todas sus potencialidades sociales y convertido en escenario de la lucha entre pandillas por la apropiación de la riqueza. Militarista, represor, terrorista y narcotraficante. Un Estado propiamente forajido.

No lo fue bajo la dictadura de Pérez Jiménez. La suya fue, en más de un sentido, una dictadura ilustrada, que contó con el auxilio y la asesoría de intelectuales de primer rango y que, a pesar de su naturaleza autocrática y autoritaria, represiva y criminal, en lugar de devastar a Venezuela la convirtió en una potencia regional. Exactamente como la de Pinochet y sus fuerzas armadas.

Tampoco la oposición ni los partidos de su tiempo resisten la menor comparación con la MUD y sus partidos. Para sólo referirme al caso de Acción Democrática y el rol jugado por su máxima autoridad, Rómulo Betancourt, en la resolución de la crisis de excepción que entonces se vivía, quisiera citar parte de una carta del 21 de mayo de 1957, dirigida a Carlos Andrés Pérez y a Luis Augusto Dubuc, en la que define el imperativo político existencial de la circunstancia y su propio papel en los sucesos futuros: “He tenido algún trabajo en estos años y rumiado mucho desagrado; sobre todo, ando con el reconcomio de haber sido víctima, o cómplice, de una serie de presiones, desde el interior del país, y desde el exterior; para haber dejado de cumplir con el deber de hacerle la revolución a esta gente. Lo que está haciendo Fidel Castro, y con mucho más éxito, debí hacerlo yo en 1950; y deberemos hacerlo en 1957, si no hay elecciones libres…Es más: si en el 57 o comienzos del 58 no hay solución al problema venezolano – evolutivo o a la brava – no nos quedará otro camino sino el de ponernos un bozal, y no hablar más en el exilio de los atropellos, etc., de aquella gente. Por propio respeto, tendríamos que callarnos definitivamente.” (Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen Sexto, Pág. 619, Caracas, 2004).

Es, sin lugar a dudas, la sagrada palabra de un líder mesiánico dispuesto a dar su vida por salvar a Venezuela, desalojar “a esa gente” por las buenas o por las malas, pacífica o insurreccionalmente, e instaurar una régimen democrático, un estado de derecho en Venezuela. O cerrar la boca. No se planteó entonces ni se plantearía jamás la falsa disyuntiva entre “votos o balas” con la que la actual dirección de lo que ha devenido su partido ha evadido sistemática y metódicamente enfrentarse a la dictadura, desalojar al régimen, iniciar la transición y reconstruir el dañado tejido social, político y económico de Venezuela.

El franco y abierto rechazo que encontrara Fidel Castro cuando viniera a Venezuela, ya electo Rómulo pero aún sin haber asumido el mando, es la otra cara del 23 de enero: su liderazgo asumiría una vía liberal democrática absolutamente reñida con el socialismo y con cualquier forma de dictadura. Ya fueran de derechas o de izquierdas, anti imperialistas o pronorteamericanas. Un régimen de derecho dueño de su destino y su soberanía, impermeable a la traición de sus fuerzas armadas y la entrega de su soberanía.

Y para definir al gran protagonista de la jornada, las Fuerzas Armadas, ellas estaban imbuidas de un espíritu nacionalista y patriótico, vertical y disciplinado, profesional y estamentario. La antípoda de las actuales fuerzas armadas, sin cuyo interesado, mezquino y mercantil respaldo, incluso al precio de su descomposición ética y moral, el castrocomunismo jamás hubiera alcanzado el Poder en Venezuela.

¿Vale la conmemoración de los Idus de Enero de paradigma, ejemplo y modelo de acción para las actuales generaciones? Sin la más mínima duda. Sin el componente militar, armado y dispuesto a librar otra batalla por la libertad de nuestra Patria haciendo uso de todos sus medios, ni el pueblo en las calles sirviendo de palanca insurreccional del desalojo, difícilmente podrán removerse las rémoras que nos atan al castrocomunismo. Recapitular las gloriosas acciones del 23 de enero puede volver a confrontarnos con nuestras obligaciones, como lo hiciéramos ejemplarmente en el pasado. Es la ruta. No parece haber otras...

El terrorismo termino con la política

Quise tiular distinto – “La degradación de la política en Venezuela” – y me corregí, pues ver degradada la política supone que algo de ella sobrevive. Algo puede hacerse entre sus actores actuales, concertando éstos, para revalorizarla como “elevada forma de caridad”, según las palabras de Joseph (Benedicto XVI) Ratzinger.

Luego de los hechos recientes – otros anteceden a las ejecuciones extrajudiciales de Oscar Pérez y sus compañeros por órdenes de la dictadura, realizadas con saña cainita – sólo resta ira popular, ahogo, impotencia, dolor que duele mucho al ser silencio, miedo colectivo que se confunde con un desbordamiento de odios.

Ello podrá superarse si de las víctimas: incluidas las de la hambruna, satisfechas en sus derechos a la memoria, la verdad y la justicia, surge algún sosiego que les permita restablecer los lazos de confianza hacia los otros, entre sus compatriotas, en la idea bienhechora del Bien Común.

Luego de la Masacre de El Junquito no queda en pie nada de la política. Ni siquiera puede señalarse que han ocurrido nuevas violaciones agravadas de derechos humanos bajo el oprobioso régimen de los causahabientes de Hugo Chávez – los Maduro-Flores, los Cabello-Carvajal, los Tarek, los Rodríguez, sus respectivos sicarios – como consecuencia de una política de Estado.

No hay política donde medra el terror, donde hace cuna el terrorismo desde el Estado; pues ni siquiera cabe hablar de “terrorismo de Estado” en Venezuela, pues alude a los restos de alguna institucionalidad que se sostiene. Ni siquiera existe, en la práctica, la Asamblea Nacional.

El país que fuimos es ahora una colcha de retazos, es anomia pura, suma de víctimas.

Hemos mudado en individuos aislados y huérfanos, arrastrados por la angustia vital. Pisamos un territorio que nos quema las plantas de los pies. No nos reconocemos socialmente ni reconocemos a este bajo el diluvio de violencia impúdica que lo anega. Es irracional, pues carece de propósito político. No es guerra que cuente con partes beligerantes. Es la maldad que azota y sólo la explica el terrorismo, como forma y modo de vida.

Causar terror, con actos susceptibles de expandir sus efectos psicológicos sobre la masa, para así fracturarla, envilecerla, destruirle todo lazo de afecto familiar y social es el único motivo que anima al régimen. Es oponer el uno al otro, a hermanos, a connacionales, a copartidarios, transformándoles en agentes de la traición y la deslealtad. Y lo ha logrado.

Es lo que se aprecia en el comportamiento de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Freddy Bernal, Néstor Reverol, quienes celebran su acción terrorista intencional. Se lavan las manos con la sangre de los caídos y hasta le prohíben el llanto fúnebre a los deudos, para que aumente el odio. Hacen burla y se mofan de aquellas para exacerbación de lo orgiástico en sus sicarios, sus colectivos y militares más ruines.

Atrás queda hasta el tinte del terrorismo antiguo, el de los zelotes o los sicarii, previos a la edad cristiana, ejercido para atemorizar a los romanos o usando la sica – de allí el puñal que da origen al sicario – para castigar en público y con sorpresa, en la plaza pública, a los colaboracionistas. Maduro y los suyos pueden mirarse hoy en el espejo del absurdo, de la tragedia que tiene como protagonista al paisano de los Tarek, Jalifa Belgasin Haftar, comandante de las fuerzas armadas libias. Situado en la acera de enfrente de los yihadistas después de ser el colaborador sanguinario de Muamar Al Gadafi, el pasado julio ejecuta sin juicio a 18 de éstos, puestos de rodillas, filmados como para expandir más el caos que hoy se engulle a esa nación.

Es esta la herencia de la revolución roja bolivariana, que comienza con su Masacre de Miraflores o de El Silencio, sus 20 asesinatos y 100 heridos, en 2001; a la que siguen los diálogos de Jimmy Carter, cuyas resultas busca impedir Chávez con la otra Masacre de Febrero – la primera, la del 27, en 2004 – con 12 muertos y otro centenar más de heridos, y 400 detenidos. Al término, burlados por éste los comicios referendarios, en postura mesiánica como la que nutre al terrorismo, le dice al país con frases que copia de Víctor Hugo: “No me creo con el derecho a matar un hombre, pero me siento en el deber de exterminar el mal”. El mal absoluto ve como mal al bien de la vida. Así de simple.

Me pregunto, en esta hora agonal, si ocurrida la Masacre de febrero de 2014, asesinados más de 120 jóvenes en 2017, vista la purulenta acción cobarde terrorista de El Junquito, ¿seguirán afirmando los jefes de nuestras franquicias partidarias que “o dialogamos o vamos a la guerra”? Ese maniqueísmo sin solución es la muestra de que ha muerto la política, algo más complejo. ¿Creen aún que negocian con políticos, o son tontos útiles del terrorismo?

El grito de los libertadores

Mientras el Centro de Investigación InSight Crime calificó a Venezuela como el país “más homicida de América Latina”, Cáritas estima que 280 mil niños podrían morir por desnutrición. La revolución roja rojita avanza a paso de campeones y somos una potencia en cadáveres. Gonzalo Himiob denunció que han habido más de 7.000 ajusticiamientos extrajudiciales bajo el chavismo. Las masacres de Tumeremo, Barlovento y ahora en El Junquito demuestran claramente que aquí no hay derecho a la vida, ni constitución que valga, ni fiscal ni defensor del pueblo. Venezuela es récord en fusilamientos con tiros en la cabeza porque las violaciones a los derechos humanos es una política de Estado. ¡Descansen en paz!, a todos los héroes que han recibido PATRIA.

Venezuela en la cuarta fue conocida como la Suiza de América, pero gracias al chavismo ahora somos más pobres que Haití y con tantas muertes de hambre como en Somalia. Durante 2017 fallecieron semanalmente casi 6 niños por falta de alimentación y al menos 33% de la población infantil presentan daños irreversibles. La masacre ocurre cada día en Venezuela cuando hay ciudadanos muriendo por escasez de comida o por falta de medicinas; sin duda la culpa la tiene la dictadura genocida que no atiende el deber más sagrado de cualquier gobierno: ¡garantizar el derecho a la vida! Para resolver esto, aunque usted no lo crea, los líderes políticos dijeron que están dispuestos a ir a las primarias presidenciales. ¿Con qué culo se sienta la cucaracha? Vamos a suponer que esto es un paso necesario para tener una ruta de lucha y no de acomodo; no se puede llamar líder a un político que vive “agachao”, mientras su pueblo lucha y muere cada día en las calles.

El régimen tuvo que utilizar 500 hombres, 15 granadas y 20 cohetes para abatir a un hombre que por todos los medios dijo que se entregaba y pidio la presencia de fiscales, medios, etc. Peor aún, el foro Penal denuncia que seis de los 7 ajusticiados fueron asesinados con un tiro en la cabeza. ¿cómo se justifica semejante masacre? ¿como pudieron asesinar a una mujer embarazada indefensa? ¿por que demolieron su vivienda? Óscar dijo “estamos negociando… No queremos hacer frente a los funcionarios”, pero al régimen le importo un cipote respetar la vida de los venezolanos y prefirieron masacrarlos para que jamás hablaran. Ahora está en todos nosotros que su voz jamás se apague.

En el operativo contra Óscar Pérez no solo se ignoraron normas constitucionales, sino varios tratados internacionales: el Derecho Humanitario Internacional, se violó la Convención Americana de Derechos Humanos, los cuatro convenios de Ginebra, los Principios Básicos de Naciones Unidas sobre el empleo de la fuerza y de armas de fuego por parte de funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, etc. ¡Fue una masacre, con ensañamiento, con maldad, con CHAVISMO! Así mismo el régimen nos masacra en las protestas y esto ya es inadmisible, insoportable, imperdonable. ¡YA BASTA!

Bassil, Redman, Génesis, Mónica, Geraldine, Daniel, Pernalete, Jairo, Neomar, Calderón, Diego, Paúl, etc, etc, son tantos, demasiados, los héroes que ahora son mártires ... y solo querían una mejor Venezuela. Aunque el régimen intentó callarlos, sus voces nos retumban en cada estómago vacío, en cada enfermo sufriendo, en cada desterrado. Todos los héroes gritan al unísono el mensaje que Óscar Pérez nos dejo: “le quiero pedir a Venezuela que no desfallezca, que luche, que salgan a las calles, ya es hora de que seamos libres y solo ustedes tienen el poder ahora y los amo con toda el alma y con todo el Corazón”.

El grito de los muertos debe vivir en cada uno de nosotros... no podemos permitir que su vida haya sido en vano, ni que su lucha sea un desperdicio, ni que su muerte caiga en el olvido. Con tantos libertadores que han salido a las calles por el resto de los venezolanos con el fuerte mensaje de “la lucha de unos pocos, vale por la libertad de muchos”. Ahora es la hora de cambiar la apatía: la lucha de todos, vale nuestra libertad, todos juntos, somos uno.

Se debería hacer una procesión por todos los masacrados, debería ser un día que toda Venezuela salga a las calles... hay que enterrar la dictadura de una vez por todas. ¡Larga vida a Óscar Pérez, muerte al chavismo! Como dice el Obispo Ovidio Perez Morales a toda Venezuela: “¡Despierta y reacciona!, es el momento”.


Es el grito de los libertadores, de los jóvenes próceres que están luchando por nuestra independencia del yugo castrista, un grito que sale del alma, es el grito de los héroes muertos: “Venezuela, los necesitamos,... por favor salgan”. ¡Calle y lucha!

jueves, 18 de enero de 2018

Es el apice del iceberg

Decía el brillante novelista alemán Goethe que “el cobarde sólo amenaza cuando está a salvo”.

El desenlace que ha tenido el caso del piloto Oscar Pérez nos revela a los venezolanos hasta dónde está dispuesto a llegar este régimen dictatorial para mantenerse en el poder. Le dice al mundo que para estos siniestros personajes que han secuestrado a Venezuela, no existen límites éticos o legales.
Que quien piense distinto o actúe diferente a como se ordena desde el poder, está condenado a priori.

Es un régimen que pretende sembrar el terror en un país geopolíticamente clave del hemisferio occidental en pleno Siglo XXI. Insólito.

A veces las formas nos distorsionan el fondo. No nos permiten ver la esencia de las cosas. Nos hacen perder las perspectivas. Oscar Pérez tuvo sus formas. Mucha gente lo juzgó en base a ellas. Mucha gente no creyó en sus acciones. Mucha gente lo asumió como una nueva maniobra de este régimen perverso.

Es comprensible. Nos han acostumbrado a no creer en nada ni en nadie.

Pero lo que va apareciendo es que el fondo de la lucha de Oscar Pérez no difiere del de la mayoría de los que nos oponemos a que la pesadilla venezolana continúe. La ejecución criminal en vivo, de Oscar Pérez y su grupo, constatablemente dispuestos a rendirse, nos da una idea de hasta donde está inclinado este régimen a jugar este juego. Ya sabíamos que eran capaces de mucho. Pero lo de ahora nos habla acerca de la profunda maldad que los envuelve. Y también el profundo miedo a no “quedar a salvo”, como decía Goethe. La manifiesta cobardía.

Adicionalmente, este terrible acontecimiento nos permite aclarar lo que ya sospechábamos: que casos como los de los crímenes de Danilo Anderson, Robert Serra, Otayza y otros, tanto de su lado como del nuestro, están lejos de ser casualidades.

Que los 140 asesinados vilmente en las manifestaciones del 2017 no fueron producto solamente de simples decisiones unipersonales de quienes las cometieron, sino de una política de Estado.

Que el régimen venezolano se apoya en grupos del hampa organizada para ejecutar acciones en contra de la disidencia política.

Este caso, sumado a las graves amenazas de Maduro a obispos venezolanos por expresar pública y valientemente verdades inocultables, obliga a revisar el tablero en términos de derechos humanos.

Específicamente, sería impensable que no tuviera incidencia en la reunión de la mesa de negociación de este 18 de Enero.

En Venezuela está en marcha una política de exterminio.

Exterminio hacia quien no se arrodille ante este régimen. Exterminio de instituciones. Exterminio de empresas privadas. Exterminio por hambre. Exterminio por enfermedades. Exterminio de ideas. Exterminio de valores. Esto no es mas que el apice del iceberg.

Me pregunto ¿Tendremos el coraje de apartar el miedo y seguir adelante?