domingo, 23 de septiembre de 2012

La caravana en el Lejano Oeste



En Maracaibo, Capriles es recibido por el gobernador Pablo Pérez y la alcaldesa Eveling Trejo. Liliana Hernández, con su proverbial simpatía, nos pide seguirla escaleras arriba de un camión. Es como un enorme balcón rodante. Pregunto la necesidad de hacer una caravana en una zona donde la oposición ha reinado durante años. Me aclaran: vamos al Maracaibo que pocos conocen, al oeste. Al sitio donde nunca ha llegado una gota de petróleo. Al único territorio del Zulia donde suele ganar el chavismo. Ese ha sido el alarde de Capriles durante su campaña: penetrar, sin miedo, los lugares donde históricamente la oposición ha sido derrotada.

5:00 pm. La parroquia Venancio Pulgar es un lugar que hiere la vista de cualquier ser humano. Un paisaje que crispa. Un lunar vergonzoso en un estado lleno de oro negro. Calles de tierra, sin alcantarillas, casas precarias, llenas de perros famélicos y puertas desgonzadas, montañas de basura en lo que deberían ser jardines. La parroquia entera parece un escombro. Un lugar arrasado por alguna tormenta. Un olvido de Dios. La caravana surca 24 kilómetros de pobreza sobrecogedora y extrema. Algunos de sus habitantes no parecen personas, sino fantasmas, espectros de la miseria, siluetas turbias, manchados de grasa y resignación. Ese lugar es el peor de los saldos del estado paternalista que consolidó la cuarta República y que este proceso revolucionario llevó al paroxismo total. Lo único con olor a nuevo en esos monumentos de la miseria es el afiche del Presidente. El resto es ruina, carencia, pies desnudos, aguas negras y oscuridad.

Cuentan que días atrás, conociendo ya la ruta de la caravana, el oficialismo vino a sembrar sus trincheras de guerra. Por eso, a cada tanto, nos conseguíamos con lo que llaman “los puntos rojos”, grupos con franelas rojas voceando un odio absurdo. Asombraba ver a muchachas de 14, 15 años señalando con grotesca afectación sus genitales, en un gesto de sórdido desafío que no calzaba con la edad de sus ojos. Eran herederas directas de la agresividad que Chávez ha destilado durante más de una década. Alguien nos comentaba: “¡Eso es nada! ¡Antes no podíamos entrar a esta parroquia! Nos tiraban huevos, piedras, botellas. Lo de hoy es inédito. Logramos penetrarlos. ¡La gente se cansó de esa estafa llamada socialismo!”.

Ir en una caravana sobre un camión exige tener los sentidos en alerta máxima. A dos cuadras del inicio, se escuchó el primer grito: “¡rama!”. Nos acercábamos a la rama de un árbol justo a la altura de nuestra cabeza. Treinta personas al unísono nos agachamos para evitar el golpe. Otra vez arriba. Al instante, un nuevo grito: “¡cable!”. Y otra vez agacharnos para evitar el latigazo de un cable de luz en nuestra frente. Estábamos en mitad de una extravagante sesión de aerobic. Los gritos de “¡cable!” y “¡rama!” se alternaban con variantes como “¡zapato!”. Estaba allí, el emblemático zapato de la marginalidad que invariablemente termina enredado en un cable de luz, mientras ostenta su abandono.

De pronto, apareció un invitado no previsto en la agenda: la noche. Todo se volvió una oscurana. Desde una callejuela, vi salir a dos motorizados con el rostro oculto detrás de pañuelos rojos. Pensé lo peor. La noche, a veces, es una cómplice sin escrúpulos. Barrera Tyzska y yo le comentamos a Manrique lo inconveniente de continuar la ruta. Estábamos en una zona donde pudiera ocurrir cualquier cosa. Lo que nos dijo un asistente nos congeló: “Falta la mitad del recorrido. La calle está llena de gente. Henrique no va a querer parar”.

Media hora después, el cielo soltó una tanda de relámpagos. La lluvia se agregó a la caravana. La noche anterior había granizado, lo cual había sido leído como una respuesta de la geografía zuliana a la sentencia de Chávez: "Para que gane el majunche, tendría que caer granizo en Maracaibo". Reaparecen, empapados, Capriles, Eveling, Liliana, Pablo Perez. Adentro, esperaba al candidato un periodista del The Sunday Telegraph. A los 5 minutos, Capriles ya le está dando la entrevista, y en fluido inglés. Pero el recorrido no podía terminar, la gente seguía apostada bajo una lluvia violenta gritando una arenga interminable: "Que se abaje". Él abría la ventana o se asomaba en la puerta y ocurría la histeria. Por las ventanas entran cartas, mensajes pidiendo ayuda económica, remedios, becas de estudio. De mi lado, un joven mete la mano para saludar a Eveling Trejo que está sentada a mi lado: "Yo no quiero que me resuelvan nada a mí, yo solo quiero que cambien el país".

La caravana había empezado a las 5:00 pm, eran las 9:00 pm, las nueve oscurísimas de la noche y todavía había puñados de gente esperando a Capriles, quien tuvo que detenerse 4 o 5 veces más a devolver tanto afecto. Dos vendavales se desataron sobre Maracaibo ese día. El más notable, sin duda, a cargo de un tenaz caraqueño que carga la marca del futuro en su rostro. Al cerrar la puerta de la habitación del hotel sentí un silencio distinto. Era el silencio que le sigue a la fiesta. Había sido testigo del furor ante un nuevo líder. Así de sencillo. El furor. Al día siguiente, en el vuelo de regreso, fue Capriles quien –cambiando las reglas del juego– comenzó a interrogarnos sobre la difícil arquitectura de una telenovela o la calidad de ciertos actores locales. Y así, largo rato. Quería desconectarse del tema que lo obsesiona. Dentro de tres horas, estaría de nuevo montado en un avión para volar a Bogotá para reunirse con el presidente Juan Manuel Santos. Era otra victoria. Debía subir a Caracas, meterse en un flux y montarse en otro avión. Pero no le importa el esfuerzo, el desgaste, la turbulencia. Se trata de su empresa de vida. Y, quizás, el último chance para la democracia en un país llamado Venezuela.




miércoles, 19 de septiembre de 2012

Relaciones Internacionales HCR



Todas las relaciones internacionales que ha entablado el gobierno de Hugo Chávez han ido en un sentido unilateralmente beneficioso, perjudicando altamente a Venezuela. Los ojos del mundo están puestos en nuestras elecciones  presidenciales, ya que todas las decisiones que aquí se tomen repercuten de alguna manera a Países vecinos, así como quienes de nuestras fronteras estén más alejados.

El presidente Chávez ha subestimado la candidatura de Henrique Capriles Radonsky, hasta el punto de verlo y asumirlo como un candidato minúsculo, como un débil contendor; pero la realidad y lo que profundiza la preocupación de este gobierno es que Henrique Capriles a lo largo del desarrollo de la campaña electoral, ha levantado mucho más que votos, ha levantado una matriz de opinión internacional y nacional, ha convertido el momento electoral en un hecho histórico sin precedente, ha sabido aprovechar la coyuntura para exacerbar sus propuestas como soluciones viables y urgentes para los problemas que el mismo ha puntualizado.

Hoy Henrique Capriles se encuentra reunido con Santos, el actual presidente de Colombia, lo que avala lo anteriormente dicho, y una relación que se está tejiendo, naciendo y mantiene en vilo al actual gobierno.

Chávez se siente conforme con el aumento de la cantidad de empleados públicos, pero no hay mayor atraso que ese;  la medida más comunista es colocar a la mayor cantidad de ciudadanos posibles a depender directamente de un Estado. Las inversiones privadas, las aperturas a inversiones internacionales, así como el emprendimiento nacional, y las oportunidades para los venezolanos son menester para garantizar el progreso de un País. Es así como evidentemente lo comprende el mundo, y aunque no aspiramos a la injerencia, ni nada por el estilo es preciso decir que hemos logrado que el mundo reconozca un liderazgo en Henrique Capriles, próximo presidente de Venezuela, y también estamos demostrando que Capriles será un presidente que mostrará cómo se pueden mantener relaciones diplomáticas con otros Países, con nivel y dignos acuerdos,  sin la necesidad de que nuestro pueblo sufra o sean descuidadas sus necesidades.

Mientras la aspiración de Chávez es mantener económicamente al mundo, y usar nuestro dinero para comprar amigos. La propuesta de Capriles es mantener relaciones y entablar acuerdos siempre y cuando los beneficiados en un alto porcentaje seamos los venezolanos.