martes, 21 de septiembre de 2021

Saab, un descaro obsceno...

 Alex Saab (@AlexSaab) | Twitter


La propuesta del régimen de incluir con “plenos derechos” a Alex Saab en la ronda de negociaciones en México constituye una provocación insolente, dentro del más ortodoxo estilo cubano y ruso, tan en boga en Venezuela durante las dos últimas décadas. Es un desafío que compromete seriamente el destino del acercamiento entre el grupo de Nicolás Maduro y la oposición agrupada en la Plataforma Unitaria de Venezuela, con el acompañamiento del Reino de Noruega y otros países interesados en que la crisis venezolana se resuelva pronto y de forma pacífica.

Se trata, esa, de una petición inaudita porque resulta imposible de satisfacer para las partes que intervienen en la operación. Para  Noruega es inaceptable admitir en una mesa que ellos coordinan la presencia de un señor acusado de lavado de dinero, que ha pasado por todas las instancias judiciales –entre ellas la Sala Constitucional–  a lo largo de más de un año que ha durado el proceso que podría conducir a su extradición a Estados Unidos. En cada una de ellas el Poder Judicial de forma autónoma ha ratificado que existen suficientes indicios para mantenerlo detenido y deportarlo. Esto, a pesar de la fortuna que ese, hasta hace poco tiempo, modesto y quebrado empresario colombiano, ha gastado en los cuatro bufetes que lo defienden. Uno de ellos, el dirigido por el exjuez Baltasar Garzón, quien ha demostrado  que no puede ver un euro cerca porque se le lanza con ferocidad caníbal.

La oposición tampoco puede hacer nada eficaz en ese terreno. Haría el ridículo si pidiese la liberación de Saab y, por añadidura, contravendría sus propios principios republicanos. El comunicado de la Plataforma Unitaria lo señala con claridad: se trata de un “proceso judicial entre dos países con separación de poderes y democracia, cuyos órganos jurisdiccionales siguen un proceso de extradición”. Allí no hay que entrometerse.

Lo que para una nación como Noruega y para la oposición democrática constituyen barreras infranqueables, para Maduro y su gente son refinamientos burgueses. Pretenden relacionarse con el Poder Judicial de ese pequeño país que es Cabo Verde, como si se tratase de Maikel Moreno y los demás amanuenses que tienen colocados en el TSJ.

El punto crítico de la impudicia gubernamental reside en que si insiste en exigir la presencia de Saab en la ronda de negociaciones, podría dinamitar ese esfuerzo. Existe un antecedente cercano y similar que permite mantener un optimismo razonable frente al requerimiento de Maduro. Como también lo recoge el documento de la Plataforma Unitaria, en 2012, en medio de las negociaciones entre el gobierno de Colombia y las FARC, estas trataron de incorporar a la delegación que negociaba la paz, al guerrillero Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, alias Simón Trinidad, quien se encontraba preso en Estados Unidos. El propósito era obtener su liberación. La demanda no fue aceptada. Simón Trinidad nunca se unió al grupo. Sin embargo, esa negativa no fue óbice para que las conversaciones se desarrollaran y concluyeran en la firma de los acuerdos de paz algunos años más tarde.

Habrá que esperar a ver cómo Maduro asume el fracaso de su artimaña. Si la provocación fue montada con la explícita intención de acabar con las negociaciones de México y asumir sin frenos el camino autocrático de su colega Daniel Ortega, el nuevo ensayo habrá encallado. El país se hallará frente a una nueva frustración. Las elecciones de noviembre se realizarán en medio de una atmósfera signada por el escepticismo y la desconfianza. Las posibilidades de convocar el referéndum revocatorio el año próximo se habrán esfumado, y la situación global de Venezuela se hará aún más sombría porque las sanciones contra el régimen serán implacables. A los imperios no les agrada que se burlen de ellos, aunque sean imperios blandos como es Estados Unidos desde hace algún tiempo. Ya Joe Biden incluyó a Venezuela en la lista de los países con mayor tráfico y producción de drogas.

Por el contrario, si entiende que los éxitos y los fracasos forman parte de la eterna lucha por el poder, la ronda de México continuará y el clima de cierta distención que ha prevalecido durante los meses recientes, se mantendrá. Sería interesante conocer la opinión de  los sectores más moderados del régimen, siempre paralizados por el miedo que le tienen a la cúpula que controla el mando.

La Plataforma Unitaria hasta ahora ha mantenido una postura ecuánime. Publicó un sobrio y firme comunicado en el cual “ratifica a los venezolanos y a los países acompañantes su compromiso de avanzar en la agenda de negociación para procurar soluciones al país… No nos vamos a distraer de nuestra agenda central del proceso en México: los venezolanos necesitamos un Acuerdo Integral que nos regrese la democracia y la posibilidad de salir de la inmensa crisis social, económica y política que nos afecta a todos.”


Así hablan los dirigentes políticos que piensan primero en Venezuela

¿Existe un bloque regional de izquierda?

 Las nuevas muestras de amor del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador hacia la dictadura de Cuba y la cumbre del fin de semana convocada por México con el apoyo de gobiernos de izquierda han hecho que muchos especulen que dicho país podría convertirse en el nuevo líder de un bloque izquierdista latinoamericano. En los últimos días, López Obrador recibió al dictador cubano Miguel Díaz-Canel como invitado especial para hablar en la ceremonia del 16 de septiembre por el aniversario de la independencia de México. Esto fue una bofetada a la democracia, a los derechos humanos y a la dignidad de México. Y el 18 de septiembre, México fue sede de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Anteriormente, López Obrador había dicho que esta buscaría reemplazar o transformar radicalmente a la Organización de Estados Americanos (OEA). De hecho, también ha sugerido que la OEA, que ha defendido la democracia en Venezuela y Cuba, es un títere de Washington. Sin embargo, no hay ni dinero ni poder político entre los gobiernos izquierdistas de América Latina para tratar de revivir un bloque regional “antiimperialista”, independientemente de qué país quisiera liderarlo. México depende de Estados Unidos para casi el 80% de sus exportaciones y más de US$40 mil millones de dólares anuales en remesas familiares, que son una de sus mayores fuentes de ingresos. Eso por sí solo haría muy difícil que México se convierta en un líder antiestadounidense en la región. Además, la presidencia rotativa de la CELAC que ejerce México termina en pocos meses. Y otros países de la región gobernados por la izquierda están en bancarrota o demasiado divididos políticamente para liderar un bloque regional. A diferencia de lo que sucedió en la década del 2000, Venezuela atraviesa la peor crisis económica de su historia reciente. Brasil, el país más grande de la región, ha girado desde entonces hacia la extrema derecha, y el Gobierno de Argentina está sumido en una grave crisis política interna. 

 López Obrador se vio obligado a bajarle el tono a su plan de aprobar una resolución de la CELAC para reemplazar a la OEA al no conseguir el apoyo de la mayoría de los países latinoamericanos. Solo Venezuela, Cuba, Nicaragua, Argentina y Bolivia apoyaron su propuesta inicial de disolver o reemplazar a la OEA. La idea de reemplazar a la OEA por la CELAC o una institución parecida era un poco descabellada de entrada. La CELAC es una institución que existe principalmente en el papel: no tiene una sede ni una conducción permanente ni personal ni financiamiento. Además, no incluye a Brasil, Canadá ni Estados Unidos. En comparación, la OEA tiene un presupuesto anual de US$80 millones de dólares, una plantilla de unas 400 personas, una Corte Interamericana de Derechos Humanos con sede en Costa Rica y varias agencias. Se necesitarían años, si no décadas, para reemplazar estas instituciones. Lo más probable es que López Obrador intensificó su retórica a favor de Cuba y de la CELAC por razones políticas internas.

 Por supuesto, no podemos descartar la posibilidad de que surja un bloque radical de izquierda en el futuro. El sueño de los partidarios de la dictadura cubana es que, tras la reciente victoria de la extrema izquierda en el Perú, sean los candidatos de izquierda los que ganen las elecciones del 21 de noviembre en Chile, las de Brasil y Colombia en el 2022, y que el Gobierno de Argentina logre superar de alguna manera su actual crisis. Pero, incluso en el poco probable caso de que pasaran todas estas cosas, a fines del año próximo, López Obrador estará al final de su mandato y, por lo tanto, tendrá menos peso político. Por el momento, no habrá ninguna “marea rosa” en la región, y mucho menos, una liderada por México.
Concluye reunión de cancilleres de la Celac en Ciudad de México – Diario  Digital Nuestro País