Existen realidades a la vista que no merecen mayores explicaciones. Una de ellas, quizás la más importante es la incompetencia del régimen para dirigir al país. Me refiero a todo el régimen, a cada una de las distintas ramas del poder público sin excepciones. Dan pena y lástima. No sirven para nada.
De Maduro y Cabello, ni hablar. De todo lo demás sólo pondré el nuevo testimonio que acaba de dar el Tribunal Supremo de Justicia, gracias a la decisión de la Sala Constitucional sobre los alcaldes opositores. Detenidos injustamente Leopoldo López, Simonovic, los comisarios Guevara, Baduel y tantos otros, ahora ordenan detención de Daniel Ceballos de San Cristóbal y de Enzo Scarano en San Diego, Carabobo, agregando la destitución. Pero todos los opositores tienen la pistola montada sobre sus cabezas. Represión y violencia institucional inaceptables e indignantes. Adiós Constitución, adiós Derecho. Viva la fuerza bruta, la audacia de los ignorantes.
Pero no todo es lamento. El ejemplo de María Corina disminuye como pocas veces la autoridad moral de la OEA y la discursiadera de algunos “jefes” militares refleja la enorme crisis interna que atraviesan. No olvide Maduro aquel decir según el cual “los militares son fieles y leales hasta que dejan de serlo”. Normalmente el Presidente es el último en enterarse.
Sin embargo, en medio de este cuadro desolador, contemplamos la insurgencia de una nueva generación universitaria. Generación del cambio y de la victoria. Dignos herederos de las del 28, del 36, del 58 y del 74, la del 88 y la del 2000 a la cual pertenezco. Es su hora y su tiempo. Nuestra obligación es apoyarlos en todo, estar cerca para una opinión, un consejo si lo solicitan, para enmendar los errores que puedan cometer. Ellos son ahora los grandes acreedores de la historia. Deudas muy grandes deben quienes no fueron, ni son capaces de hacer de Venezuela el país que algún día juramos construir
Los motores acelerados de los camiones rugen en medio de la noche. Luego, el silencio. Los ciudadanos se despiertan en tensa calma. Pasan unos minutos y, de repente, un grito rompe con la tranquilidad y se escucha el sonido de las botas corriendo sobre el asfalto. Es el inicio de una ofensiva. Los más osados se asoman a las ventanas. Desde la altura ven cómo las calles quedan llenas de soldados que, parados en las esquinas y puertas de los edificios, se aferran a sus fusiles.
El Gobierno es consciente de que la situación se le escapa de las manos y de que, cada vez más, la población se organiza dentro y fuera del país para exigir un cambio. Durante las últimas semanas han sido testigos de cómo una población se ha enfrentado con valor a las balas y grupos paramilitares oficialista con el fin único de alcanzar su libertad. Un sueño contra el que nada pueden hacer los grandes despliegues policiales, militarización de las ciudades o imaginarios planes de invasión.
La decisión está tomada. Con o sin soldados en las calles, la lucha por la libertad se ha consolidado en Venezuela y no se detendrá hasta que renazca la democracia, que todos los ciudadanos se vean como iguales, en lugar de como enemigos.#VivaLaU #LaCalleEsLaSalida
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