Han transcurrido 20 años desde que aquellos dos grupos de aventureros (encubiertos por una cúpula ambiciosa), hicieran uso indebido de las armas que les confió la República, violaran la Constitución y desconocieran la voluntad del país, que se había dado autoridades legítimas, para intentar deponerlas mediante golpes de Estado (fracasados). En ambas oportunidades (febrero y noviembre de 1992) dichas sublevaciones militares fueron repudiadas por todas las instituciones del Estado y por una sociedad democrática que los golpistas decían interpretar y defender de una crisis social y económica profunda, probablemente parecida a la actual, pero no tan severa como ésta.
La comunidad internacional, incluyendo al entonces presidente cubano Fidel Castro (posteriormente se alió con los insurrectos a cambio de apoyo económico), hizo parte del rechazo a las intentonas golpistas que dejaron como saldo destrucción de infraestructuras y equipos militares, así como varios centenares de muertos y heridos. ¿Cómo olvidar al vigilante vilmente asesinado en el canal 8? Otras consecuencias de los alzamientos fueron el exilio de algunos y la detención de otros participantes en la asonada quienes, después de los juicios de ley en los cuales se respetó su derecho al debido proceso, fueron sobreseídos -sin conculcarles sus derechos políticos, como manda la Carta Magna- por el presidente Caldera.
Veinte años después los golpistas -hoy en el poder o haciendo buenos negocios con sus camaradas conspiradores- insisten en reivindicar sus acciones que han rebautizado como “rebelión patriótica”. Si el abuso de poder, la corrupción, la injusticia, la pobreza y la sumisión al Fondo Monetario Internacional, como adujeron, fueron las razones que los impulsaron a tomar las armas para arremeter contra el Estado de Derecho, hoy los problemas son más graves y resulta innegable la injerencia cubana, china, rusa e iraní en los asuntos internos. Esto no justifica el uso de otra arma que no sea el voto para derrocar la ineptitud, indolencia, deshonestidad y extralimitaciones de un régimen farsante, forajido e inescrupuloso.
Bajo este régimen totalitario, inspirado en el castrocomunismo, desapareció la mitad del parque industrial. Se perdieron millares de empleos formales. Aumentó la miseria. Por años no se construyeron viviendas. Se disparó la criminalidad (tenemos la tercera más alta de Latinoamérica). Las cárceles son antros donde impera la violencia, el tráfico de armas y estupefacientes. Todas las escuelas y hospitales públicos están deteriorados. También la vialidad. Los apagones son diarios. La anarquía de los motorizados aterra a la población. Y la Fuerza Armada no sale de un siniestro.
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